No es pavada

Sería gratificante elogiar por lo menos un acto de gestión de la Intendencia de Montevideo, como el canje de cuatro pavos reales por una heladera. Sí, así como lo leyó. Cuatro animales de la especie Pavus Cristatus, cada uno de los cuales se estimó que podían valer algo más de cien dólares, unos $ 2.260.oo, o sea que en su conjunto se tasaron en $ 9.040.oo estaban en el zoológico Y el propietario de una chacra lindera al Parque Punta Espinillo, se interesó en comprarlos. Al final se acordó un canje. El interesado se lleva los pavos, y la Intendencia, de quien depende el zoológico, recibe un pago en especie, una heladera para ser instalada en el comedor del mismo, usado habitualmente por sus funcionarios.

Técnicamente, una permuta cualquiera, pero con potencialidad de reportar beneficios colectivos importantes, ya que teniendo en cuenta que de los cuatro pavos dos son de la especie casales, no es descartable que el comprador se dedique a la cría de la misma en el país, promoviendo de esa manera exportaciones de plumíferos de estimable calidad.

Ojalá fuera así, pero hay formalidades que respetar, porque quiérase o no, los pavos son bienes de propiedad pública. No queremos ser cargosos en lo que puede considerarse una banalidad, pero este tipo de negocios no se pueden hacer directamente por una entidad estatal. Si bien la cuantía del negocio no da para pensar mal, y tampoco justificaría procedimientos de venta pesados, como una licitación pública, pero lo menos que se pudo hacer es un llamado a interesados en la adquisición de los pavos. De lo contrario, se estaría sentando un precedente peligroso para la desafectación de bienes del patrimonio estatal.

Eso sí no es moco de pavo.

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