La unión regional del Mercosur nació para ser entendida como un bloque de base geopolítica con objetivos comerciales. Así concebida, la introducción en el bloque de Venezuela es un aborto de la naturaleza.
Iba a crear problemas inevitablemente y los hechos lo están demostrando. Hasta ahora, Venezuela no tiene la condición de miembro pleno porque no todos los países ratificaron su conformidad.
Uruguay ha sido una excepción, pues como se recordará, para quedar bien con el Presidente venezolano, a quien se le esperaba para asistir a la Cumbre Iberoamericana hace unos meses, los legisladores del gobierno promovieron una sesión a la hora del canto del gallo para ratificar el ingreso de un país que ni siquiera -y por algo será- ha firmado la cláusula democrática que condiciona la integración pretendida. Finalmente Chávez, como se recordará, hizo mutis por el foro.
Chávez quiere ingresar al Mercosur para prestigiarse ante un mundo que lo mira de reojo.
Y con el Parlamento, y con el Banco del Sur, le estamos haciendo el caldo gordo.
Ya en su reciente sesión en Montevideo, la presencia venezolana en el Parlasur demostró su vocación para transformarlo en una merienda de chavistas.
Allí apareció un deslenguado lacayo del autócrata, que quiso destratar con una guarangada a un legislador uruguayo demócrata, que propuso debatir la no renovación de una concesión a un canal de televisión de Caracas por ser opositor al gobierno.
Iturralde no tuvo el respaldo de sus pares uruguayos frenteamplistas porque consideran que es un "asunto interno" de otro país.
Como también consideraron en su momento "asuntos internos" de la URSS los asesinatos de Stalin, y "asunto interno" de Cuba los también asesinatos de opositores y los encarcelamientos a presos de conciencia que discrepan con el dictador de la isla.
Este papelón de un intruso es tan sólo el comienzo de lo que vamos a ver más adelante, y de lo que tendremos que soportar ante estas inserciones de merenderos servidores de un déspota, poniendo los pies en esta sagrada tierra de libres.