Hay que votar, no hay otra. Cinco años nos esperan. Sesenta meses, 1.826 días (2028 es bisiesto) son el futuro político inmediato, que tiene hoy su paso fundamental al elegir al Presidente de la República Oriental del Uruguay. Ni más ni menos.
Para ello, se votarán dos fórmulas en papeletas blanquinegras con las fotos de los candidatos: Álvaro Delgado (a la Presidencia de la República) y Valeria Ripoll (a la Vicepresidencia de la República) por un lado. Y por otro Yamandú Orsi (a la Presidencia de la República) y Carolina Cosse (a la Vicepresidencia de la República). No se votan lemas: se votan solo fórmulas.
La democracia directa, esa que surge del voto personal de cada ciudadano, vuelve a ser la gran protagonista que decidirá el país que queremos, donde crecerán nuestros hijos y cómo será el escenario de nuestros nietos: cuáles serán los valores que imperarán en nuestra sociedad, en qué clima aspiramos que crezcan, se desarrollen, vivan y disfruten. Pero debemos votar y no hacernos los distraídos.
No creemos en el egoísmo del votante ni en su falta de compromiso, pero hay unos números que preocupan porque este país es de todos y todos debemos pelear por él: hace un mes, en las elecciones de octubre había un total de 2.727.120 personas habilitadas para elegir al Presidente de la República, 30 senadores y 99 diputados.
Sin embargo 402.467 personas (aproximadamente el 15% del padrón nacional) no votaron a ningún partido político: 283.742 (10,4% de los habilitados) directamente no fueron a votar, en tanto 118.725 personas (un 4.9% de los habilitados) pusieron su sobre sin papeleta para así evitar la multa por no votar.
Esos números no son buenos. Significan que hay demasiada gente que no asume su responsabilidad u obligación para hacer de este, nuestro país, un país mejor. Uno puede equivocarse a la hora de votar, pero no elegir a ninguno, no usar su voto, es decididamente no apoyar a nadie que pueda ser un buen Presidente y, por no votar justamente, termine ganando aquel que no se lo merecía. Y después tenemos cinco años de penitencia.
Se dirá que el Plebiscito del Diablo, ese que se lanzó para hacer trizas el régimen jubilatorio ya quedó finiquitado. Pero pueden aparecer otros proyectos o misiles tan peligrosos como ese, si hay un mal manejo o algo parecido desde la Presidencia.
Hace unos años, por ejemplo, un gobierno de turno logró fundir a Ancap dilapidando dinero en obras faraónicas: US$ 800 millones en negativo. Aunque eso ya es historia, como pueden ser los temas de Pluna, Antel Arena, Regasificadora, la minería Aratirí, negocios con Venezuela y otras cosas por el estilo que quedaron todas englobadas en el pasado. Y otro Presidente, también por ejemplo, se encontró y debió luchar contra el desconocido virus del covid-19 a pocos días de haber asumido.
Hay que votar. y no hay dudas de que hoy más que nunca vale la pena reflexionar, entonces, a la hora de emitir el sufragio. No son iguales los candidatos, son muy distintos uno de otro. No olvidar que la gran convocatoria hoy es a elegir al Presidente de la República y su Vice.
En las recientes elecciones de octubre, la Coalición Republicana sumó 1.130.987 votos (47,5%), mientras que el FA alcanzó 1.042.299 de los sufragios (el 43.9%). A pesar de ser minoría logró la mayoría en el Senado porque la falta de un lema común en la Coalición impidió la acumulación de los votos. De poco sirvieron los 88.688 votos de ventaja que representan un 3,6% más que su adversario. La mayoría en el Senado es del Frente Amplio.
En la Cámara de Representantes o la Asamblea General la situación también es complicada. Ninguno de los dos grandes sectores obtuvo la mayoría y la alternativa que queda son los dos votos de Identidad Soberana, sector del muy polémico Gustavo Salle o hacer acuerdos entre los dos grandes partidos. Lo que parece sin lugar a dudas más correcto y puede ser un gran desafío, como sería el “gobernar por acuerdos”. Nadie tiene la mayoría y nadie puede garantizar la mayoría: habrá que negociar paso a paso las leyes que se promuevan por el nuevo Presidente.
No será fácil, aunque sí muy distinto. Pero en la historia política de nuestro país se han escrito páginas ilustres de grandeza donde los adversarios han tenido que acordar y luchar juntos para satisfacer necesidades del pueblo. Es cierto que este es otro Uruguay y son otros los protagonistas, pero mucho se puede aprender del pasado, e incluso mejorarlo.
Hay que votar. Y ojalá que el pueblo no se equivoque.