Una vida al servicio de la República

La renuncia de Luis Alberto Heber al Senado de la República marca el cierre de una etapa que honra a la política uruguaya. Cuatro décadas en el Parlamento, desde la restauración democrática en 1985, constituyen un récord institucional, pero, sobre todo, un testimonio de vocación, de sentido del deber y de compromiso con el país.

En tiempos donde el descrédito y la desconfianza muchas veces caen sobre la actividad política, la trayectoria de Heber recuerda que esta puede y debe ser una profesión noble cuando se ejerce con decencia, espíritu republicano y amor por el país.

Heber ingresó a la Cámara de Diputados con apenas 26 años, en los albores de la nueva democracia y luego de militar activamente contra la dictadura. Desde entonces se dedicó a representar a la ciudadanía que confió en él y a defender los principios del Partido Nacional. Representó a su departamento, Rivera, con la energía del joven dirigente que heredó una tradición familiar de servicio, y más tarde se consolidó como un referente del Herrerismo, defendiendo ideas, proyectos y valores con la pasión que caracteriza a quienes entienden la política como vocación de servicio y no como mero instrumento de poder.

Otro atributo destacable de su personalidad es que nunca utilizó políticamente el trágico asesinato de su madre en dictadura, ni nunca actuó con rencor ni resentimiento. Cuando en los años que siguieron a la dictadura muchos impostaron persecuciones y deudas pendientes, un protagonista que verdaderamente tenía cuentas a cobrar decidió no hacerlo, más allá del dolor, por altura de miras y verdadero sentimiento patriótico.

A lo largo de los años, fue diputado, senador, ministro de Transporte y Obras Públicas, y luego ministro del Interior. En cada cargo mantuvo una conducta intachable, un respeto reverencial por las instituciones y una convicción firme de que el político está para servir a la gente y no para servirse de ella. Su paso por el Ministerio del Interior, en particular, estuvo marcado por un sentido de responsabilidad institucional y una defensa sin ambigüedades de la autoridad democrática.

Su discurso de despedida en el Senado fue coherente con toda su vida política: “Cuarenta años son suficientes para cerrar una etapa y abrir otra. Me voy a dedicar de lleno al partido. La democracia necesita partidos fuertes”. Esa frase condensa una verdad elemental que a veces parece olvidarse: sin partidos sólidos, sin militantes comprometidos, sin liderazgos que piensen más allá de la próxima elección, no hay democracia posible. Y Heber, con su decisión, reivindica precisamente esa dimensión de la política que mira más allá de la posición personal en función del fortalecimiento de los partidos políticos.

Heber se despide del Parlamento dejando en alto la bandera del Partido Nacional. Lo sin oportunismos, con la serenidad de quien sabe que cumplió con su deber y aún tiene mucho que aportar.

En un tiempo en que la política parece cada vez más dominada por la superficialidad y el cálculo táctico, esta es una buena oportunidad para reivindicar a la denostada política. Los titulares de prensa suelen concentrarse, naturalmente, en las malas conductas que son noticias, pero eso es así porque la inmensa mayoría de las veces se actúa correctamente. La política es una vocación noble, las personas que se dedican a esta actividad lo hacen, en la inmensa mayoría de los casos, pensando en aportar a la sociedad y contribuir a mejorar la vida de las personas. Si aceptamos que la democracia es esencial para vivir en un país libre, debemos aceptar que necesitamos partidos políticos que logren encausar la voluntad popular. Esta es el principal rasgo distintivo de Uruguay respecto de otros países que hoy enfrentar riesgos institucionales. Y si aceptamos que se necesitan partidos fuertes, los militantes políticos que les dan vida son fundamentales para su existencia. En tiempos en que cada vez parece costar más convocar personas para dedicarse a esta actividad, los buenos ejemplos pueden ser una ayuda importante.

Con la renuncia de Heber el Parlamento se queda sin ningún legislador que haya sido electo desde el retorno a la democracia en cada elección y es, por lo tanto, el fin de un ciclo. La nueva etapa que encarará de aporte al Partido Nacional y al Herrerismo sin dudas estarán marcadas por la misma impronta de defensa de las ideas liberales y republicanas que han pautado una trayectoria que merece un amplio reconocimiento nacional.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar