Una prueba peligrosa

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Uruguay vive por estas fechas un clima extraño. Por un lado, tenemos un gobierno que está por cumplir seis meses en el poder, y que no muestra nada que haga pensar que tiene un plan profundo para hacer algún tipo de reforma. De hecho, el presupuesto que seguramente logre votar, gracias al apoyo de los diputados del otrora ogro antidemocrático de Cabildo Abierto, no aporta nada de relevancia. Como mucho, más impuestos, y más concentración de poder en la Presidencia.

Parece que Uruguay viviera en el paraíso, y no fuéramos un país donde cada día hay más gente viviendo en la calle, donde cierran empresas cada semana, donde la mitad de los jóvenes no termina el liceo. La orquesta del Titanic, tocando a todo vapor.

Por otro lado, empezamos a ver señales preocupantes de que los sectores más de izquierda dura del Frente Amplio, le están buscando los límites a la gestión de Orsi.

Todos los días estallan conflictos sindicales, a ver cuál más exótico que el anterior. Desde Conaprole a la pesca. Desde el Emporio de los Sándwiches, al Puerto de Montevideo. Este último, con características bien preocupantes, ya que estalló por motivos realmente injustificables, y generó daños incalculables a la imagen exterior del país, en un momento clave en el que se está rediseñando el mapa del comercio marítimo global.

Si Uruguay tiene su razón de ser como país independiente en buena medida en el puerto de Montevideo, y si vemos que para la competitividad de nuestra propia producción, es vital que el puerto sea un imán de carga extranjera, lo hecho por ese sindicato fue un crimen contra la economía nacional.

Pero esta serie de conflictos, impulsados por gremios de ultraizquierda, no aparecieron de la nada. Previamente tuvimos otras señales que merecen ser tomadas en cuenta, como la propuesta de algunos grupos integristas del Frente Amplio, de impulsar lo que llamaron un “impuesto a los millonarios”, que también golpeaba directamente en la línea de flotación a una de las principales políticas de estado del país por décadas. Exactamente los mismos que fomentaron otra propuesta suicida como la eliminación de las AFAP.

Y, para dejar las cosas todavía más en claro, estos mismos grupos le han marcado muy duramente la cancha al gobierno en materia de política exterior, forzándolo a tomar posturas indignas y contrarias a la historia del país, en temas como Medio Oriente.

Pasando raya, lo que se percibe es que los sectores más duros de la izquierda, le están midiendo los puntos al gobierno. Y lo están acosando en forma permanente, forzándolo a tomar decisiones que lo alejan de ese equilibrio de confort, que fue lo que “vendió” Orsi a la sociedad uruguaya en la campaña electoral.

Esto solo tiene dos lecturas.

O puede ser que estos grupos estén buscando reeditar aquella vieja dicotomía que tan bien manejaban Mujica y Astori, donde fungían como gobierno y oposición al mismo tiempo, dejando a blancos y colorados sin saber qué postura tomar. Y apropiándose por completo del debate público, dentro de la misma interna oficialista.

La alternativa, es que estos grupos perciben, olfatean una debilidad en el actual gobierno, y buscan empujar con fuerza, para ver si en la pechada, no logran más concesiones que les permitan ocupar posiciones de poder, y llevar al país hacia un socialismo dogmático, en un viraje que es una traición a lo que votó la gente en la última elección.

De más está decir que a esa gente no le puede importar menos una banalidad de este tipo.

Cualquiera de estas posturas, debería generar mucha preocupación en la sociedad. Porque si se tratara de la primera, es claro que hoy no tenemos ni a un Mujica, ni a un Astori, ni mucho menos Yamandú Orsi es un Tabaré Vázquez, que pueda terciar con autoridad en esos tiras y aflojes.

Y si se trata de la segunda, sería una prueba de fuego para definir qué tipo de líder es nuestro actual Presidente. Que deberá dejar ese rol ausente y etéreo que caracteriza cada una de sus salidas públicas, y definir de modo severo, por qué rumbo piensa llevar al país.

En cualquier caso, de manera bastante opaca, el país parece estar siendo llevado a momentos de definición y de máxima tensión política. Sin que esto sea bien percibido por una mayoría de la sociedad, que luce lejana y hastiada del debate político. Pero que será la que pague los platos rotos, si estas tensiones no se manejan de manera correcta.

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