Un balance preocupante

A poco menos de un año de iniciado un nuevo ciclo político, el balance de 2025 en nuestro país deja un saldo claramente negativo. La instalación de un nuevo gobierno del Frente Amplio, encabezado por Yamandú Orsi, estuvo acompañada por un discurso de moderación que generó expectativas razonables en una parte significativa de la ciudadanía. Sin embargo, el transcurso del año mostró rápidamente que esas promesas no se tradujeron en resultados concretos. Por el contrario, el gobierno se desgastó a una velocidad inusual, perdió apoyo en la opinión pública y terminó enfrentando un escenario político y económico mucho más adverso del que había recibido.

Todas las encuestas conocidas a lo largo de 2025 coinciden en un punto central: la popularidad presidencial cayó de forma sostenida y acelerada. No se trata de un desgaste propio del paso del tiempo, sino de una erosión temprana que revela decepción y frustración. El gobierno no logró imprimir un rumbo claro ni transmitir seguridad en sus decisiones, y eso se reflejó en la evaluación ciudadana. El crédito político inicial se consumió rápidamente, sin que mediara una crisis que lo justificara.

Más preocupante aún es que los problemas centrales de los uruguayos no solo no se resolvieron, sino que en algunos casos se agravaron. La propia vicepresidenta Cosse lo reconoció públicamente, en una declaración que difícilmente pueda ser minimizada. Cuando es el propio oficialismo el que admite que la situación empeoró, queda en evidencia la distancia entre el relato y la realidad. Inseguridad, deterioro de servicios públicos, del mercado laboral y una sensación de estancamiento reflejada en las estadísticas oficiales marcaron el pulso del año.

En materia económica, el segundo semestre de 2025 confirmó las señales de alarma. Tras un comienzo apoyado en la inercia del ciclo anterior, la economía se estancó y comenzaron a aparecer síntomas claros de enfriamiento. El crecimiento se detuvo y el mercado laboral empezó a mostrar un deterioro que preocupa. Destrucción de empleo, especialmente en Montevideo, mayor incertidumbre en sectores productivos y señales de fragilidad que impactan directamente en la vida cotidiana de miles de hogares. Para un país que ha construido buena parte de su estabilidad sobre la previsibilidad económica, este retroceso no es menor.

Buena parte de este escenario es consecuencia de errores propios del Poder Ejecutivo. El presidente Orsi reconoció públicamente, con un tono inusualmente autocrítico, que se cometieron equivocaciones. Entre ellas debería destacarse las malas pautas fijadas en los Consejos de Salarios, que introdujeron rigideces innecesarias y desalinearon incentivos. Lejos de proteger el empleo y el ingreso, estas decisiones terminaron afectando la competitividad y complicando a muchas empresas, especialmente a las pequeñas.

A esto se sumó un presupuesto nacional que difícilmente pueda calificarse como responsable. Un presupuesto con más gasto, escasa priorización y señales fiscales contradictorias, que no apunta a generar crecimiento ni a fortalecer la inversión. Resulta especialmente llamativo que haya sido votado favorablemente por la mayoría de la oposición, que renunció insólitamente a cumplir cabalmente su rol de control y contrapeso. Cuando el año próximo quede en evidencia la mala situación económica en general y fiscal en particular el Ministro Oddone tendrá la coartada de afirmar que es la aplicación del Presupuesto votado por la gran mayoría del Parlamento, lo que confirmará el absurdo error de una oposición desnorteada.

El entorno para las empresas también sufrió un deterioro evidente durante 2025. Nuevos impuestos, mayor presión fiscal y, sobre todo, la reaparición de debates que Uruguay parecía haber superado.

La discusión sobre un impuesto a los ricos y los anuncios oficiales que pretenden condicionar o autorizar despidos privados enviaron una señal muy negativa al sector productivo. La incertidumbre volvió a instalarse como factor dominante, afectando decisiones de inversión.

El balance del año es claro. El gobierno del Frente Amplio llegó con expectativas altas y terminó 2025 con un desgaste profundo, sin logros visibles y con una economía en declive. Uruguay necesita crecimiento, empleo y confianza. Nada de eso se fortalece con errores de gestión, presupuestos mal diseñados y discusiones ideológicas retrógradas.

Corregir el rumbo es una necesidad urgente si se pretende evitar que este desgaste temprano se convierta en un problema estructural para el país.

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