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Lo del título viene a cuenta por algo que cada vez está más claro. La tergiversación que los dirigentes gremiales han hecho de su rol. Para empezar, es un “modus vivendi” absoluto y gracias a ello algunos pasan años sin ir a trabajar.
Como bien lo hiciera notar el senador nacionalista Sebastián da Silva, no sin una pizca de sarcasmo, en el programa Todas las Voces, Fernando Pereira, sindicalista de magisterio, este año festeja las bodas de plata, (no de casado) por los 25 años que lleva sin marcar tarjeta.
Es una característica que se da en el gremialismo y la dirigencia del Pit-Cnt, la institución que los engloba y que curiosamente, a pesar de los años transcurridos desde su creación y los elevados montos de dinero que maneja, sigue sin tener personería jurídica, como se le exige a cualquier organización social. Demostración de que en Uruguay, a pesar de que nos vanagloriamos de ser un país sólidamente institucionalizado y fuera de fronteras por suerte así nos catalogan, existen curiosos baches. Por lo visto, no todos son iguales ante la ley. ¡Y guay del que proponga regularizar esta anomalía! Le caerán rayos y centellas. Sucedió durante la anterior campaña electoral cuando el hoy oficialismo, planteó cambiar esa situación. Es tónica habitual convertirse en sindicalista y en adelante seguir cobrando sueldo y aditamentos, abandonando su presupuestada labor.
Caso emblemático si lo hay, es el de Juan Castillo, (PC), histórico dirigente portuario. Otra muestra de los abusos que ocurren alrededor de las funciones sindicales es el asunto de las licencias, salido a la luz tras la denuncia y el pedido de una comisión investigadora del diputado colorado Felipe Schipani respecto del docente Marcel Slamowitz. Dirigente sindical de la Federación Nacional de Profesores de Secundaria (Fenapes). El señor, no satisfecho con las 20 horas semanales que gozaba por ser dirigente, consiguió en 2017 que las autoridades del Codicen le avalaran por fuera de lo que le correspondía, 140 horas más de inasistencias a clase.
Pobres los alumnos que tienen como profesores a personas con tal falta de responsabilidad respecto de su obligación, una tan pobre vocación didáctica, y cuya ambición pasa por otro lado. Y lo peor es que no era el único, sino que había una lista de profesores en esas circunstancias. De acuerdo a los dichos del director de Secundaria Landoni, había que cubrir las espaldas de los compañeros con algún subterfugio para que no se supiese la verdad.
La complicidad de las autoridades educativas que le valieron al Sr. Profesor un equivalente a 250 horas de licencias gremiales en dos años, lamentablemente habla de una imperante cultura en el marco de la enseñanza pública. Un ámbito donde el nivel de calidad ha descendido de forma abismal.
Un problema muy grave que ha ido afectando de manera persistente y silenciosa a la sociedad uruguaya del presente y del futuro.
Un fenómeno “in crescendo”, es el travestismo del sindicalista en político, así como también en divo de las comunicaciones. La actividad gremial parece haberse convertido en útil plataforma para ingresar a la arena política, mientras los intereses se entreveran a ojos vista.
Por otro lado, un fenómeno “in crescendo”, especialmente a partir de los gobiernos del Frente Amplio, es la mutación del sindicalista en político así como también en estrella de las comunicaciones. La actividad gremial parece haberse convertido en útil plataforma para ingresar a la arena política, al tiempo que los distintos intereses se entreveran a ojos vista. Algunos como el metalúrgico Óscar Andrade, (PC), ya se vistieron con el traje de diputado, más allá de solo un decir, a juzgar por las vestimentas que hoy se portan en el otrora solemne Palacio Legislativo. Inclusive han ocurrido hechos bastante insólitos como el del mismo Andrade, que habiendo regresado al fuero sindical conservó en la Cámara baja un puesto de suplente y así, luego de cercar el Parlamento liderando una marcha de protesta, en un pase digno de campeonato de fútbol, pasó a ocupar la banca que oportunamente le dejó su titular, para votar un proyecto de ley.
Castillo por su parte, ingresó al Ministerio de Trabajo como subsecretario en el anterior gobierno y si bien empezó a recibir críticas desde sus propias filas por fiestas rumbosas, grandes asados y camisas de alta costura y hasta por haber hecho declaraciones a favor del mercado, tampoco dejó su antigua prédica en contra de la riqueza y de los ricos, acusándolos por vivir en grandes casonas rodeadas de muros y rejas. No se habrá preguntado, seguramente, si no se debería a la creciente falta de seguridad bajo los gobiernos del F.A.
A diferencia de los grandes pingüinos al arreciar las tormentas, que juntos se apoyan unos a otros, el Pit-Cnt hace paro general y busca firmas contra un gobierno enfrentado a una fatídica pandemia desde que asumió, en vez de poner el hombro en medio de la crisis.