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Tabaré Vázquez

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En un continente abrumado por la polarización política, Vázquez aceptó los resultados electorales y condujo sin dudas la transición hacia la alternancia en el poder. Y en estos meses finales, a pesar de sus limitaciones de salud, siguió marcando la agenda política.

Dos veces electo presidente por la voluntad popular y candidato presidencial más votado en la historia del país en noviembre de 2014, su extenso liderazgo seguramente habrá de ser fuente de inspiración de muchos frenteamplistas.

Tabaré Vázquez, nacido en 1940, fue hijo de un Uruguay socialmente integrado que, gracias al esfuerzo individual y a la educación pública, aseguraba posibilidades ciertas de ascenso social y económico. Médico y radioterapeuta especializado en oncología, ocupó durante la dictadura militar lugares importantes en la Universidad de la República y fue incluso becado bajo en esos tiempos para proseguir estudios en su especialización en Francia.

A pesar de ser presidente del Club Atlético Progreso en 1979 y de haber estado vinculado a la organización de la Copa de Oro de Campeones Mundiales de 1980, no fue sino hacia fines de los ochenta que su protagonismo social y político se hizo más evidente, con su participación en la campaña de la comisión nacional pro-referéndum de la ley de caducidad. Su carisma y liderazgo fueron fundamentales para que el Frente Amplio (FA), que venía de partirse en dos en mayo de 1989, enfrentara con éxito el desafío electoral de Montevideo de noviembre de ese año: fue el primer Intendente frenteamplista de la capital y dejó allí sentadas las bases de una muy sólida hegemonía izquierdista.

Firme en el mando político, fino conocedor del mosaico de blancos y negros que conforman el alma humana, Vázquez logró extender las alianzas del FA, y en las elecciones de 1994 su primera candidatura presidencial quedó a tan sólo a 35.000 votos de la victoria. Luego, a pesar de los compromisos interpartidarios a los que había llegado el viejo liderazgo de Seregni, se opuso con decisión a la reforma constitucional de 1996. En 1999 ganó por amplio margen la interna frenteamplista primero, y condujo luego a la coalición fundada en 1971 al primer lugar de las preferencias parlamentarias por primera vez en su historia.

Los años de la gravísima crisis que sufrió la administración Batlle lo tuvieron siempre del lado opositor. Acumulando fuerzas para lo que Vázquez intuía sería un triunfo arrollador, no dudó en alinearse al FMI y plantear el default de la deuda pública en el peor momento financiero del país, a la vez que siguió sumando aliados políticos y sociales. El resultado de 2004 fue así de contundente: 52 diputados, 16 senadores y un triunfo presidencial en primera vuelta. “Festejen uruguayos, festejen que la victoria es de Ustedes”: con esa amplia, esperanzada y feliz mayoría nacional que lo había votado, Vázquez compartió su triunfo y su sincera y satisfecha sonrisa.

Bajo su gobierno no temblaron las raíces de los árboles. Ejerció el poder con distancia, pero cuidó siempre la unidad del FA. Logró traspasar el mando presidencial a un representante de su fuerza política, a pesar de que no fuera ese su candidato inicialmente preferido, y se preservó en el respeto de los equilibrios internos de la izquierda que le aseguraran ser nuevamente candidato en 2014. Con una competencia que por un momento pareció escapar de sus manos, Vázquez en realidad nunca dudó de su potencial amplio triunfo, ese que finalmente le permitió pasar a integrar el selecto grupo de ciudadanos que fueron electos dos veces presidente de la República, y ese que le llevó por tercera vez a contar con la mayoría en ambas Cámaras y el Frente Amplio en el poder.

Los resultados de su segunda presidencia dejaron una herencia económica y social muy complicada para su sucesor, el Presidente Lacalle Pou. Enfrentado a demandas concretas, su viejo liderazgo llegó a responder con un desafío muy democrático a la vez que muy provocador: nos vemos en las urnas. Y así fue: el FA de 2019 enfrentó la decisión popular y terminó en el mismo lugar que lo había dejado la candidatura de Vázquez en 1999. Con su segunda presidencia se cerró así el ciclo de exuberantes apoyos populares, hecho de mayorías absolutas en el Parlamento, y forjado sobre una generación que él lideró con brío, pero que estaba ya alcanzando su inexorable retiro político.

Uno de sus legados democráticos más importantes llegó así hacia el final de su carrera. En un continente abrumado por la polarización política, Vázquez aceptó los resultados electorales y condujo sin dudas la transición hacia la alternancia en el poder. Y en estos meses finales, a pesar de sus limitaciones de salud, siguió marcando la agenda política con la misma energía y pasión con que lo hizo durante las tres décadas de su liderazgo.

Ha muerto el dirigente político más importante de la historia de la izquierda uruguaya.

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