Solidarios a prepo

Si hay una palabra trillada hasta el hartazgo por estas fechas es "solidaridad". Al parecer sirve para todo, para pedir plata para un impuesto, para justificar una huelga, para describir el estilo de juego de un equipo de fútbol, o hasta para publicitar una tarjeta de crédito (eso aunque cobre un 25% de interés). Y si hay alguien que la viene gastando a una velocidad casi tan rápida como a la que se derrumba su apoyo popular, es el presidente José Mujica.

Días atrás el mandatario tuvo otro de sus infelices deslices cuando, al ser increpado por un grupo de escribanos, molestos por ser sumados a prepo al Fonasa, sostuvo con sonrisa "canchera" ante las cámaras de TV que "los que fueron a la Universidad tienen que ser más solidarios". Con esto, además de su ya clásico desprecio por la educación formal, Mujica deja en claro dos cosas que no hablan demasiado bien de su visión de la realidad y de su manejo de la información.

Primero que nada, vale decir que los universitarios, al menos los que concurrieron a la UdelaR, ya son doblemente solidarios. Además de pagar los impuestos en general, a partir de la ley 17.451 todos los egresados abonan al cumplir 5 años desde recibido su título, y durante nada menos que 25 años, el tributo destinado al Fondo de Solidaridad. Un impuesto con nombre muy progresista pero que, para ser justos, fue creado antes del inicio de esta nueva era de justicia social absoluta. El simpático gravamen tiene características interesantes. Se paga un monto fijo, sin posibilidad de deducciones, y sin que importe lo que la persona gane o siquiera que trabaje en algo relacionado con lo que estudió. O sea que paga lo mismo aunque el profesional gane 15 o 300 mil pesos. Este aspecto provocó que en los últimos años se haya generado una fuerte morosidad, ya que muchos egresados no consiguen trabajos que les permitan pagar el impuesto (y menos aun el adicional que toca a quienes tuvieron la desgracia de estudiar carreras de más de 5 años de duración). La solución que encontró el Estado frente a este fenómeno ha sido enviar al clearing de informes a todos los que no están al día con su solidaridad, con las consecuencias que ello implica.

Un segundo punto que resalta de las palabras de Mujica es que parece implicar que una persona, por el simple hecho de presentarse en un edificio universitario, recibe como una especie de "chip" en la cabeza que lo convierte en profesional, y por ello en carne de impuesto. No toma en cuenta el esfuerzo individual, los sacrificios personales y familiares, el empeño y voluntad necesarios para llegar a un título con la meta de lograr así un futuro mejor para sí mismo y para quienes lo rodean. Si es tanto lo que aporta la institución, y tan poco lo que se necesita del individuo, ¿porqué son miles los que ingresan en la universidad y tan pocos los que salen con un título bajo el brazo?

Por último, hay un aspecto acerca de la solidaridad, que es esencial a su definición y que parece ser olímpicamente ignorado por el Presidente. Esto es su carácter voluntario. O sea que yo soy solidario, cuando por mi propia voluntad colaboro, apoyo, o como dice la Real Academia Española, "adhiero a la causa, empresa u opinión de alguien". ¿De qué clase de solidaridad estamos hablando cuando es el Estado el que me obliga a punta de pistola adherir a la causa, empresa u opinión del gobernante de turno? Eso, por más que se lo vista con los ropajes más idealistas y puros del mundo, no deja de ser una imposición lisa y llana. Lo demás es palabrería, o "viru viru", como gusta decir a Mujica.

Ya es sabido que el Presidente no tiene demasiado aprecio por la educación universitaria. Lo deja en claro cada vez que puede. También que, pese a que por momentos aparenta un cierto "aggiornamento" en su forma de pensar, sigue aferrado a una forma de ver el mundo en el cual el individuo es egoísta y molesto, y lo deseable es un comunitarismo a lo "kun san". Tiene todo el derecho. Lo que no puede es torcer la realidad para que luzca de acuerdo a su particular visión de las cosas. Y, sobre todo, a faltarle el respeto a los que no la comparten.

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