Mucho se comentó sobre el “congelamiento” del acuerdo entre la ANII y la Universidad Hebrea de Jerusalén. Si es pertinente o no en este momento, si una medida así debería ser resorte de ANII o de cancillería o si es compatible la crítica a la política de Israel. Sin embargo, creo que se habló demasiado poco desde el punto de vista de los intereses afectados en uno y otro país. Ante una decisión así, que ayer Orsi confesó era puramente política, ¿quién será perjudicado?
El ex Director del INE Diego Aboal nos ayudaba a poner a la situación en dimensión. El decir que no queremos una oficina de innovación en una universidad de clase mundial porque no nos gustan las políticas del gobierno de aquel país, equivaldría a que otros dijeran que no querían una oficina de INAC en China porque es un régimen de partido único comunista. ¿En qué se perjudica China si hacemos eso? Si la carne uruguaya “accede peor” a aquel mercado, los asiáticos terminarán comprando más carne neozelandesa, quizás un poco peor y quizás un poquito más cara. Pero será la cadena cárnica uruguaya, los frigoríficos, sus trabajadores, los productores, los vendedores de insumos y la recaudación estatal la que se llevará la peor parte si hiciéramos esa tontería.
Muchas veces parecería que en Uruguay predomina un resentimiento que se transforma en daño autoinfligido. Por ejemplo, cuando fue el problema de los pasaportes se llegaron a escuchar voces en redes sociales reclamando que Uruguay no dejará entrar a alemanes y franceses (cuyos pasaportes si indican claramente el lugar de nacimiento) por lo inconvenientes que tenían los uruguayos en aquellos países con sus pasaportes.
En el ámbito del comercio internacional está muy extendida esta dañina forma de pensar. El sentido común mercantilista que vive en el corazón de tantos les hace pensar que Uruguay debe imponer las mismas condiciones comerciales a las que usan países de 300 o 400 millones de habitantes. Las mismas barreras arancelarias y no arancelarias. Esa forma de ver las cosas es enormemente dañina para una economía pequeña como la nuestra, son los uruguayos los que pagarán bienes y servicios más caros o peores si así procedemos. La mayor parte de las veces privilegiando el propio interés vemos que no hay nada para ganar, y bastante para perder, en “querer castigar” a una contraparte.
El orden de magnitud del daño puede ser enorme. El asesor de la oficina de innovación uruguaya en Israel que renunció estos días, Salomón Vilensky, estaba directamente involucrado en traer a Nvidia a Uruguay, proyecto que tenía avances concretos. Se trata de la empresa líder mundial en la producción de unidades de procesamiento que son imprescindibles para el desarrollo de la inteligencia artificial. Es inimaginable el impacto que la llegada de una empresa de estas características puede tener en nuestro país. Nos pondría en el centro del desarrollo de los productos que hoy más demanda el mundo. Ningún efecto sobre la política militar de Israel, todo es un daño puramente autoinfligido.
Cuesta muchísimo entender que alguien considere buena idea boicotear un acuerdo académico con una universidad para castigar la política exterior del gobierno de Israel. Imaginense la preocupación de Benjamín Netanyahu cuando se enteró… Son los cientos de emprendedores uruguayos los que no podrán acceder al conocimiento de punta que Israel, que invierte 6% del PIB en I+D todos los años, tiene para compartir.
Ayer apareció finalmente el Presidente Yamandú Orsi para hablar de este episodio y confesó lo que todos sabíamos y el Presidente de ANII había negado. Es mentira que este fuera un mal acuerdo como Brunini dijo para entreverar la discusión. La realidad es que políticamente el Presidente necesita hacer un guiño a su sectores más radicales. Aunque sea un buen acuerdo que el propio Orsi quisiera reimpulsar más adelante por su enorme impacto ahora “no es el momento político”.
Lo que no se dan cuenta Orsi y Lubetkin es que estamos ante una brutal confesión. El gobierno uruguayo se confiesa incapaz de compatibilizar su posicionamiento de política internacional con una estrategia de cooperación académica con la Universidad que fundó Albert Einstein. La Embajada de Israel acepta la convivencia de estos dos hitos, es el gobierno uruguayo el que no pudo.
En esta decisión puramente ideológica la enorme mayoría de los perjudicados están de este lado del océano. Ojalá se recapacite rápido, siga en pie la posibilidad de que se instale Nvidia y los emprendedores uruguayos puedan aproximarse al enorme mundo innovador israelí.