Populismo y fragilidad

Muchos períodos de progreso y prosperidad fueron seguidos de estallidos sociales y retrocesos por políticas populistas. Lo que está pasando en Colombia por estos días parece un nuevo ejemplo de este patrón, por aquello de que la historia no se repite pero rima. Un nuevo recordatorio de lo difícil y lento que es construir instituciones y prosperidad y lo rápido que puede echarse a perder todo.

El estallido de Chile en 2019 es probablemente el más nítido ejemplo de un gran retroceso autoinfligido luego de un buen periodo de avances. Un país que, con todas sus particularidades y defectos, había tenido un avance espectacular en materia de expansión de la educación, crecimiento de la economía y reducción de la pobreza y desigualdad (si de la desigualdad también aunque algunos de peleen con los números). El proceso de democratización de Chile debe haber sido de los más exitosos de la historia mida como se lo mida. Sin embargo, en pocos años un estallido populista tomó a la sociedad cuando el crecimiento empezó a ser un poco menor.

El deterioro institucional, económico, de seguridad y de la calidad de la discusión que tuvo Chile en estos 5 años es enorme; y nos recuerda la fragilidad de los países. Un país que era el faro de desarrollo, el ejemplo que toda la región miraba, pasó rápidamente a ser un tema de conversación por el aumento de la violencia y del populismo.

A otra escala en Colombia estamos viendo una película parecida. El país cafetero fue, por ejemplo, casi siempre un país bastante más pobre que su vecino Venezuela. Sin embargo en las últimas décadas había tenido un progreso muy significativo. Colombia había avanzado notablemente en su control del territorio y reducción de la guerrillas narcotraficantes, fortalecido su institucionalidad y economía, ingresado a la OCDE, concretado acuerdos de libre comercio, reducido la pobreza y reducido su violencia política. Desde el exterior dejamos de escuchar las noticias permanentes de atentados contra políticos, periodistas y de enfrentamientos con grupos guerrilleros que eran la norma en los 90. La transformación y pacificación de Medellín fue quizás uno de los mayores paradigmas de esto.

Todo ese progreso, que evidentemente tenía aún muchísimo por mejorar, fue desconocido por la sociedad colombiana que decidió votar a alguien con un espíritu refundacional del país. De alguna forma esa sociedad asumió que un país más pacífico, con menos pobreza y más abierto al mundo ya estaba garantizado, que eso ya estaba dado y nadie lo podía quitar.

Desde la llegada del Presidente Gustavo Petro al gobierno Colombia se alejó notoriamente de la buena dirección, con episodios presidenciales que van de lo gracioso a lo penoso. Con sesiones de consejo de ministros que parecen una mala parodia de un gobierno bananero, con bravuconadas a las potencias globales de las que luego debe dar marcha atrás, con probados hechos de corrupción en su entorno más cercano y con personas que se han del gobierno acusando al Presidente de las peores prácticas morales. A toda esa ya triste ensalada está semana se agregó la muerte de Miguel Uribe candidato a Presidente de la oposición al que le habían disparado hace 2 meses.

Para las elecciones de 1990 el candidato liberal Luis Carlos Galán había sido asesinado en el peor recuerdo de violencia política que tenían los colombianos. Ese mal recuerdo, que creían era un pasado al que no volverían, revivió. Se asesinó a uno de los principales líderes de la oposición, un atentado a la más elemental garantía democrática.

Colombia hoy, cómo Chile ayer, nos recuerdan la fragilidad de los países. Lo difícil, lento y tedioso que es construir instituciones y prosperidad y lo fácil que todo se puede echar a perder. Lo que muchos buenos años de gobiernos eficaces y tranquilos construyen lo destruye un gobernante populista en un rato. La irresponsabilidad política lleva puesto años de sudor en toda la sociedad.

Nunca hay que dar nada por hecho, nada está finalmente conquistado por mucho que nos hayamos acostumbrado a “ese beneficio”. Wilson Ferreira Aldunate decía que “la lucha por la libertad comienza todos los días de nuevo, porque nunca está finalmente conquistada, y por lo tanto comienza hoy”.

Todo indica que ambos países virarán a la derecha luego de sus experimentos populistas de izquierda. A los chilenos y colombianos les tocó aprender con dolor y sacrificio esta cruda lección. Esperemos que por estos pagos podamos tomar nota sin tener que pasar en carne propia por algo así.

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