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Popper, la tolerancia y la libertad

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Karl Popper publicó en 1945 un gran libro, “La sociedad abierta y sus enemigos”, que mucho marcó al pensamiento político de la segunda mitad del siglo XX. 

A pesar de que no ha sido muy leído en estas latitudes sudamericanas es un libro que cuenta con un fragmento que sí está siendo muy citado en estos últimos tiempos.

Se trata de un texto breve que refiere a lo que se ha dado en llamar la paradoja de la tolerancia de Popper. En la nota 4 al capítulo 7 de ese libro, Popper escribe lo siguiente: “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia”.

Esta cita está siendo utilizada como un arma argumental potente para tratar de limitar ciertas voces disidentes en el espacio público de las democracias occidentales. En efecto, frente a ideologías polémicas que pregonan políticas drásticas, ya sea en materia de prohibición de inmigración extranjera, por ejemplo, o ya sea acerca de desigualdades raciales o sociales que van en contra de los principios clásicos de la igualdad ciudadana que se exige en una democracia, hay quienes sostienen que hay que actuar según señala la paradoja de Popper.

Esto quiere decir que no debiera aceptarse que esas ideas que se consideran intolerantes se expresen. Un poco como ha sido el movimiento “cancel culture” en Estados Unidos del año pasado, lo que está atrás de este impulso es prohibir que se puedan sostener argumentos que, según alegaría la paradoja de Popper, terminan siendo perjudiciales para la tolerancia democrática. Si no limitáramos las ideas intolerantes, argumentan quienes así piensan, estaríamos admitiendo una tolerancia ilimitada, y tal como enseña Popper, estaríamos habilitando pues la destrucción de la tolerancia. Hay que actuar previniendo, y por tanto cancelando, limitando e impidiendo que esas voces intolerantes se expresen.

Si el pobre Popper viviera hoy, realmente estaría sorprendido y apesadumbrado por el sesgo que se ha hecho de su paradoja de la tolerancia. Porque lejos de escribirla con el afán de limitar voces discordantes, diferentes, molestas, insidiosas o agresivas, la enseñanza de Popper iba en un sentido completamente contrario: esto es, en favor de la libertad de expresión y del debate pluralista de ideas.

En efecto, en la nota en cuestión, Popper agrega lo siguiente: “Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente”. Esta parte de la cita, infelizmente, no está siendo tan publicitada actualmente. En concreto, hoy se está usando el texto de Popper de manera parcial e interesada para ponerlo como un argumento de autoridad con el fin de limitar el debate, de impedir la disidencia o de acallar a quienes piensan distinto en temas políticos o de sociedad.

Si, por ejemplo, alguien estima que la violencia contra las mujeres no ocurre porque los hombres, por ser tales, son asesinos de mujeres, se le acusará de insensible e intolerante. Y gracias a la lectura parcial de la paradoja de Popper se dirá que la democracia debe acallar esa opinión intolerante, ya que de esta forma nos estaremos defendiendo todos de una posible futura destrucción colectiva a manos de esos defensores de ideas intolerantes.

Hoy se está usando el texto de Popper de manera parcial e interesada para ponerlo como un argumento de autoridad con el fin de limitar el debate, de impedir la disidencia o de acallar a quienes piensan distinto en temas políticos o de sociedad.

Pero, la verdad es que la única destrucción a la cual se enfrentan la democracia, la tolerancia y la libertad es la que proviene de esos grupos y posiciones que se autodefinen como tolerantes, pero que, mal utilizando la teoría de Popper, pretenden limitar los debates libres en democracia. Popper jamás hubiera estado de acuerdo con esas posiciones contrarias a la sociedad abierta, y jamás por tanto hubiera evitado hacer el esfuerzo intelectual de contrarrestar mediante argumentos racionales las posiciones discrepantes.

Hay un nuevo peligro para la democracia occidental que consiste en querer limitar la libertad de expresión desde una pretendida posición de defensa de la tolerancia. En realidad, estamos ante una nueva versión del viejo autoritarismo de siempre, que ahora se disfraza de corrección política. En su empeño muestra ser capaz, incluso, de tergiversar al mismísimo Popper.

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