Política oficial

La gestión de Carolina Cosse será recordada como una de las peores de las últimas décadas al frente de la Intendencia de Montevideo, lo cual es mucho decir. Ni una obra relevante, solo más deterioro de los problemas de limpieza y movilidad ya conocidos. Una gestión que se dedicó a polarizar con el gobierno nacional y que, en ese marco, convirtió a TV Ciudad en un medio partidario. La preocupante novedad es que con Mario Bergara nada de esto parece estar cambiando.

Lo que comenzó bajo la administración de Carolina Cosse no fue una simple redefinición editorial o un ajuste de contenidos: fue un quiebre en las mejores tradiciones democráticas del país. Por primera vez desde el retorno a la democracia, un medio público departamental se convirtió en una herramienta abierta de propaganda política.

Uruguay se había distinguido precisamente por evitar esos desbordes. Ni en los gobiernos frenteamplistas nacionales ni en las intendencias anteriores del propio FA se había llegado a un uso tan grosero del aparato comunicacional público. Había, claro, matices, tonos, afinidades. Pero el paso que se dio con TV Ciudad fue distinto: un vuelco total en la concepción del rol de un canal público.

Durante la gestión de Cosse, el canal fue colonizado por comunicadores, “influencers” y comediantes con una agenda ideológica homogénea, cuya prioridad no era informar ni promover el debate, sino sostener una narrativa política favorable al oficialismo departamental y al Frente Amplio. El problema no es solo ético o institucional; es cultural. En Uruguay nunca habíamos visto algo así, de hecho mirábamos con horror hacia Argentina por estas cosas.

La asunción de Mario Bergara ofrecía la oportunidad de corregir ese rumbo. Se esperaba que el nuevo intendente, con un perfil “más técnico y moderado”, tomara distancia de la utilización propagandística de los recursos municipales. Sin embargo, los primeros gestos indican otra cosa: continuidad. Los mismos programas, los mismos rostros, la misma agenda complaciente. Los mismos silencios.

Nada ilustra mejor esa deriva que el cambio repentino de temáticas. Durante el gobierno de la coalición, TV Ciudad parecía obsesionada con el “hambre”, las ollas populares y la “carestía insoportable”. Una agenda poco plural y tratada desde una perspectiva exclusivamente partidaria. Ahora, con un panorama económico casi idéntico al de hace dos años -mismos niveles de empleo, ingresos y salarios-, esas preocupaciones desaparecieron de la pantalla. De pronto, lo urgente dejó de serlo. El problema no era la realidad: era quién gobernaba.

Tenemos comediantes y comunicadores a sueldo de TV Ciudad que su humor solo se enciende para burlarse de líderes políticos de la oposición. Ni un chispazo de humor político que no acumule políticamente. También hay “periodistas” que sin ningún pudor asumen como suyas las versiones más sesgadas, uno publicaba hace unos días: “me sorprende el ensañamiento en la oposición con Carolina Ache, que fue con la verdad y no con (...) una ocultación de información en el Parlamento”. Si algo está claro es que Ache no dijo lo que sabía al parlamento, por el contrario, ninguna certeza tenemos de que su versión brindada bajo el asesoramiento de Jorge Díaz sea verdad. ¿Bergara no ve el peligro en naturalizar esto?

Nunca habíamos tenido una experiencia así en Uruguay: el uso más descarado y persistente de un medio público para la acumulación política. Es una práctica importada, de tinte kirchnerista, que nuestro país debería rechazar sin ambigüedades. Si algo distingue a Uruguay en la región es su moderación institucional, su respeto por los límites y por la pluralidad.

Hasta ahora, el Frente Amplio podía alegar que la deriva propagandística de TV Ciudad era una peculiaridad de Carolina Cosse, una excentricidad personal de una dirigente en particular. Pero la continuidad de esa línea bajo Bergara derriba esa coartada. Lo que antes podía atribuirse a un estilo de liderazgo se convierte hoy en una política partidaria explícita.

La nueva administración de Montevideo aún está a tiempo de rectificar. No se trata de censurar ni de imponer una línea editorial neutral por decreto, sino de devolverle a TV Ciudad el sentido público que perdió. Que sea un canal para todos, no un altavoz más del FA. Si elige persistir en esta degradación, asumirá que la partidización de los medios públicos no fue un error, sino una decisión: transformándose así en una política oficial.

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