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País partido en dos videos

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La gran viralización que han tenido dos videos recientes parece mostrar de manera simbólica los dos países distintos, casi contradictorios, que conviven en el nuestro.

De un lado, el informe desarrollado por la BBC sobre “la emocionante evacuación del crucero con COVID-19 en Montevideo”, como lo titula este prestigioso medio internacional.

Del otro, el video clip “Vamos a la plaza” de la murga Metele que son pasteles y el Colectivo Catalejo, que en sus segundos finales muestra a un coro de adultos, ancianos y niños cantando, con cara amenazante, “vendrán tiempos de mierda / habrá que juntar a toda la izquierda”.

El primero, que lleva más de 170.000 visualizaciones, recoge los testimonios entre sorprendidos y maravillados de los pasajeros del crucero, no solo por la actitud del gobierno uruguayo de socorrerlos y habilitar el corredor humanitario que los devolvió a sus países de origen, sino especialmente por la algarabía con que el pueblo compatriota, la gente de a pie, salió a la rambla con banderas para saludarlos en su trayecto hacia el aeropuerto. Mientras este y otros barcos habían sido rechazados por países de la región, incluso con movilizaciones ciudadanas, Uruguay le permitió ingresar a puerto. Un equipo de médicos y personal sanitario embarcó para brindar asistencia a quienes estaban cursando la enfermedad y una labor coordinada de distintas dependencias del Estado se puso en marcha para asegurar que la mayoría pudiera retornar a sus países de origen.

Recordamos especialmente la sorpresa del canciller Talvi cuando un periodista le preguntó si esos países pagarían los gastos de la operación. La iniciativa no fue pensando como transacción de ningún tipo, fue sencillamente humanitaria. Y nosotros podríamos agregar: no se pidió un canje “por unas naranjas” como negoció Mujica a cambio de los ex presos de Guantánamo.

Ambos videos oponen dos culturas diferentes que coexisten en el país: la de la unión por causas nacionales y humanitarias, por un lado, y la de la invocación a la violencia, por el otro

El video de la BBC recoge testimonios de fuerte contenido emocional. Una señora declara que la evacuación en Montevideo “fue una de las experiencias más conmovedoras de mi vida”. Otro pasajero cuenta que el momento en que se enteraron de que se los regresaría a sus países fue “surrealista, ninguno de nosotros podía creerlo”. También habla quien, al descender del barco, se arrodilló y besó el suelo uruguayo: “hice lo que haría el Papa, en agradecimiento a esta gente maravillosa”.

Vayamos ahora al otro video viral, que también tuvo un espectacular comportamiento en Youtube, con más de 100.000 visualizaciones. Comienza con imágenes de calles desiertas y un arpegio de guitarra. Una voz solista pregunta qué va a pasar “el día después” y de a poco vamos descubriendo que no se refiere a la pandemia sino al gobierno que se instaló el primero de marzo. A partir de allí se ve gente caceroleando con rostros visiblemente enojados, mientras la letra de la murga llama a una lucha contra una nueva administración que viene a quitar derechos conquistados y gobernar para los ricos. El momento más perturbador de esa proclama es cuando cantan que “habrá un aliento que va a ser grito, que como pasa en Chile va a ser algo inaudito”. Uno no puede menos que preguntarse si a esta murga le satisface protestar mediante la voladura de decenas de estaciones de transporte urbano con explosivos que no se consiguen en cualquier ferretería, como ocurrió en el país que mencionan.

Lo inquietante es el tono de amenaza, de insubordinación violenta que el video transmite todo el tiempo, con esos versos finales que transcribíamos más arriba, que hoy pueden leerse además en una gran pintada callejera sobre la rambla montevideana.

Que no se nos malinterprete: nuestra comparación no pretende oponer a partidarios de la coalición contra frenteamplistas. No es ese reduccionismo lo que queremos expresar, queremos ir mucho más allá.

Lo que ambos videos oponen son dos culturas diferentes que coexisten en el país: la de la unión por causas nacionales y humanitarias, por un lado, y la de la invocación a la violencia, por el otro, una invocación que no se identifica necesariamente con la izquierda en su conjunto sino con una parte de ella, a veces atizada por dirigentes irresponsables que se placen en arrojar nafta al fuego, tras minúsculos objetivos electorales.

A esta altura, y más con los efectos negativos de la pandemia en los planos sanitario, económico y emocional, resulta imprescindible que los líderes racionales del Frente Amplio asuman el deber patriótico de promover un cambio cultural entre sus huestes. Quienes así lo hagan estarán dando la talla y garantizando la continuidad republicana.

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