En una muy interesante entrevista, publicada ayer por El País, el reconocido empresario Alejandro Ruibal lanza una frase muy pertinente: “no es gratis deja de invertir en infraestructura”. La sentencia, se puede aplicar a muchas áreas del Uruguay en las últimas décadas, donde con la excepción del gobierno pasado que realizó un “shock” en infraestructura muy necesario, el país luce un atraso inaceptable.
Pero en pocos lugares ese atraso es tan patente y doloroso como en Montevideo. Y, muy en especial, en materia de grandes obras de transporte y mejora de espacios públicos. Ya lo dijo en la pasada campaña el actual ministro Gabriel Oddone, en una crítica nada velada a las sucesivas gestiones de su propio partido, el Frente Amplio. Según Oddone, es increíble que la capital de un país con el PBI per cápita que tiene Uruguay, tenga el atraso que muestra Montevideo en esta materia.
Alcanza ver el estado de las calles, parques, espacios verdes, y la situación del transporte público, para darse cuenta que Montevideo tiene un déficit en inversión que es inconcebible. Sobre todo, porque recauda cifras multimillonarias de los sufridos contribuyentes, a cambio de servicios cada día más deplorables.
Ante la pregunta de a dónde va todo ese dinero, si no se vuelca en obras, la respuesta también se puede encontrar en la edición de ayer de El País. Allí se informa que el 45% de los funcionarios de la IMM cobran una compensación del 30% de su salario por trabajar los sábados. Por este concepto, la IMM destinó el año pasado US$ 14 millones, de un total de US$ 33 millones que supuso el pago de todos los tipos de compensaciones.
Cuando uno averigua qué tantas actividades tiene la intendencia capitalina los días sábados, como para justificar este esfuerzo presupuestal, no las encuentra por ningún lado. Y porque no existen. Se trata de otra forma oblicua de entregar recursos a los funcionarios, para lograr paz sindical, y mantener contentos a una base electoral clave para el Frente Amplio, como son los empleados públicos: especialmente los municipales.
Está claro que hace al menos 20 años que los jerarcas de la intendencia de Montevideo usan esos cargos como forma de proyección política, y que lo último que les preocupa es usar los recursos públicos para mejorar el nivel de vida de los montevideanos. Que por algo llevan casi el mismo tiempo huyendo en forma masiva a los departamentos vecinos.
Esto ha generado otro problema, que también es mencionado en la entrevista a Ruibal.
Porque el empresario ha planteado como iniciativa privada la construcción de un sistema de transporte público, basado en un tren-tram, que permite modernizar la forma de desplazarse en la zona metropolitana, ahorrar tiempo y dinero a la gente y al estado. “Montevideo tiene todos los estudios que necesita para llevar adelante una transformación. Pero no avanzamos”, dice Ruibal.
“Lo que hay que tener es un plan integral y construirlo por etapas, eligiendo un primer proyecto, concreto y realizable. El proyecto de movilidad es la gran oportunidad que tiene Montevideo para poder recuperar la ciudad”, sostiene el jerarca de SACEEM.
Pero lejos de aprovechar esta oportunidad histórica, con acuerdo político, financiación disponible a costo razonable, y una demanda social que lo exige, las autoridades parecen estar apostando a soluciones mediocres y sin ambición.
Lo que se escucha es una pelea absurda entre el gobierno central y el municipal capitalino, para ver quién se hace cargo del costo político de las obras. O se ha reducido todo a un sistema de buses articulados, que no cambia de fondo la realidad del sistema.
Por una vez en la vida, se debería esperar de las autoridades un poco de audacia a la hora de apostar a resolver un problema tan serio como este. Que vayan por proyectos que no piensen en la zona metropolitana de hoy, sino en atender a la región en los próximos 20 o 30 años. Así se pensaba cuando se construyó la rambla, o se hicieron los accesos oeste a Montevideo. O incluso la cantidad de parques fantásticos que tiene Montevideo, y que hoy lucen un abandono doloroso.
En vez de eso, se sigue discutiendo sobre vintenes, sobre cuidar el negocio de alguna empresa que hoy maneja el transporte casi en forma monopólica, en chacritas políticas menores. En resumen, se sigue haciendo lo mismo que en los últimos 20 o 30 años... jugando al empate. Como dice Ruibal, “no es gratis dejar de invertir en infraestructura”. El precio que se paga, es al decadencia.