En el extremismo que pulula en las redes sociales, se han multiplicado las voces que critican a las agrupaciones de carnaval por un sesgo descarado de promoción del Frente Amplio.
Hay que empezar por decir que esa opinión es prejuiciosa, por generalización: una cosa son las llamadas “murgas compañeras”, que convierten sus espectáculos en panfletos explícitamente político-partidarios, y otra muy distinta son las que, en esta y otras categorías, apuntan al humor, la sátira de costumbres e incluso la burla inclemente, pero pareja contra todos los partidos.
Del lado de las primeras, es tal el grado de fanatismo de algunas agrupaciones que no dudan en picar grueso y mezclar mentiras con insultos -con poca o ninguna gracia-, con tal de llevar agua para el molino de la oposición. Las aplauden públicos cómplices, que sin duda procuran cooptar la fiesta popular, sin ningún prurito en espantar de los tablados a quienes pensamos distinto y desnaturalizando su esencia misma.
Por eso es interesante y grato leer algunas opiniones de famosos carnavaleros que, en estos días, han advertido públicamente esa señal de alarma.
Entrevistado por El País, Christian Font, que está teniendo una exitosa actuación en parodistas Momosapiens, no tuvo pelos en la lengua para advertir su hartazgo por la partidización de algunas murgas.
Por un lado, reconoció que aquella fiesta pagana, donde los uruguayos encontrábamos motivos de sátira transgresora y divertida, hoy está “permeada por una corrección política generalizada. Todo el tiempo te tenés que cuidar de cómo vas a decir las cosas”, señala. “Cuando terminás haciéndolo para satisfacer a un estrato social determinado, con una cabeza determinada… eso no me interesa”. Christian cuestiona el paradigma de que el carnaval es de izquierda: “Yo no suscribo esa mirada. Lo que pasa es que ahí aparece una situación muy cómoda, porque desde el escenario se pretende pontificar y separar a quienes están de un lado y quienes están del otro. Personalmente me cuido mucho de no hacerlo”. Por si no quedó claro, luego afirma: “No suscribo que se le tire centros a ningún partido político. Yo puedo entender que las murgas se autoperciban de izquierda, pero esto no fue siempre así. Las murgas tuvieron su mayor eclosión batllismo mediante. (…) Pero ojo, porque no siempre los partidos de izquierda apoyaron al carnaval y los festejos populares; a veces lo percibían como opio para las masas que distraía de las verdaderas causas. Entonces yo me cuido mucho de no encasillar al público”.
Evoca que en sus primeros carnavales participaban votantes de todos los partidos y reconoce que los grupos militantes de hoy están socavando ese espíritu. Admite con preocupación que en el festejo previo al referéndum contra la LUC, “el 85 o 90% de los conjuntos salieron a hacer campaña. Y para mí cuando la propaganda se mete adentro de un espectáculo, el carnaval pierde calidad”. Luego lo resume de manera contundente: “Subirme al escenario a decirle a la gente qué tendría que decir o qué tendría que votar es algo que no hago. Es un carnaval que yo no siento”.
Otro murguista famoso, el humorista Marcel Keoroglián, opinó de modo similar para el programa “Punto de encuentro” de Radio Universal: “No me gusta la murga embanderada políticamente, no me gusta la murga que hace campaña, que hace todos los mandados para que el puntaje del jurado, que lo pone la Intendencia, sea bueno”. De algún modo, Keoroglián redobla la apuesta de Font, porque llega a admitir una motivación espuria de esas murgas, para obtener los premios que paga la Intendencia (y que eligen los jurados designados por esta).
Desde un enfoque algo menos políticamente incorrecto, ese gran artista integral que es Jorge Esmoris ha declarado lo mismo a nuestro diario, hace un par de días: “Yo pienso en los espectáculos y no me propongo que la gente salga de ahí convertida; no soy un profeta. Capaz hay gente que se enoja, pero yo hago lo que me gusta y ojalá que conecte con el público, pero no voy a dar clases porque no me considero con la altura moral para decirle a la gente qué tiene que hacer”. Su extraordinario espectáculo teatral “Una noche en el tablado”, que recoge la mejor tradición festiva de los viejos carnavales, es prueba de ello.
En tanto, quienes nos sentimos echados de un Momo proselitista, tenemos todo el derecho del mundo a cuestionar a “las murgas compañeras”, cuya mayor motivación artística parece ser el aplauso de una audiencia cómplice y los billetes de una intendenta en campaña.