Publicidad

La vanidad y el desprecio

Compartir esta noticia

El título de este editorial suena a telenovela de las 5 de la tarde. Lo admitimos. Pero todo el episodio en torno al festival musical organizado por la intendencia de Montevideo para entronizar a Carolina Cosse como candidata presidencial, tiene características de culebrón de bajo costo. Con una excepción central: justamente, el costo.

Recién arribada de una gira europea de dudosa utilidad municipal, a la cual llevó a periodistas de algunos canales a costo del erario público, Cosse encabezó una conferencia de prensa para presentar su faraónico festejo. Allí se sentó en el centro del escenario, dominando claramente la escena muy por encima de las artistas “invitadas”, destrató a quienes le preguntaron sobre el costo del evento, y dijo con tono superado que el dinero invertido se recuperaría con venta de entradas y “sponsors”.

Un día después, y ante la realidad de que pese a venderse a un tercio del precio de mercado (según dijo la propia Cosse), apenas se recuperó suficiente para pagar el exhorbitante costo de haber traído a la estrella “teen” del momento.

Hasta acá los hechos. Que cuyo contexto es el siguiente: la intendencia de Montevideo, que acaba de subir los impuestos de manera confiscatoria, que no logra cumplir con sus funciones básicas de limpieza, tránsito y transporte, y cuyos jerarcas denuncian todos los días una situación de hambruna nacional semejante a la de la Eritrea de los buenos viejos tiempos, se gastó 900 mil dólares en un show de música popular, con artistas extranjeras que cobraron el doble de su “cachet” habitual.

Esto, que en cualquier lugar del mundo sería un escándalo nacional, ha sido defendido de manera realmente asombrosa por algunos dirigentes políticos, y (todavía más insólito) por figuras de la escena musical nacional. Los argumentos básicamente son dos: que se trata de una “inversión” en cultura, y que así se logró que gente de bajos recursos pudiera ver a artistas de nivel.

Sobre lo primero, es una gran estupidez que se suele decir sin ningún tipo de consideración por la inteligencia del interlocutor. Y que se desarma con un simple ejemplo: viajar a París para visitar el Louvre es sin dudas una tremenda inversión en cultura. ¿Cuántos uruguayos lo han hecho? Pocos. ¿No les importa la cultura? No, el tema es que no tienen plata para tanto.

Y acá es lo mismo. ¿Desde cuando es el rol de una intendencia usar la plata del contribuyente para satisfacer la necesidad y urgencia de las masas por ver a Lali Espósito? Eso sin ingresar en el tema de la calidad del producto cultural en el que se “invierte” ese dinero, lo cual abriría un debate interminable.

Pero, además, si una entidad pública, de un país subdesarrollado como el nuestro, decidiera invertir dinero en “cultura”, ¿no sería más razonable que lo hiciera apoyando a los artistas locales? ¿O apoyando formas culturales que el mercado no logra atender?

Lo que queda claro con todo esto, y sobre todo, con las respuestas de la intendenta Cosse a los reclamos propios y ajenos ante este despilfarro, es el desprecio que la jerarca tiene por el dinero de los contribuyentes. Que, por si se ha olvidado, no le pertenece a ella para hacer lo que se le cante. Sino que debería ser usado para cumplir con los fines básicos, que tan insatisfechos tiene la intendencia que lidera. Bueno, pero si se gastó 80 millones de dólares en un estadio de basquetbol, esto es cambio chico.

Casi tan grave como este desprecio, es la vanidad que ha ostentado Cosse. El canal de TV municipal, las redes sociales de la intendencia, y todo el millonario aparato comunicacional de la comuna, estuvo abocado a un culto a la personalidad de Cosse que daría rubor a Mao Zedong. Desde la mencionada conferencia de prensa, pasando por la transmisión en vivo de TV Ciudad, por los videos del “backstage”, todo tuvo como centro excluyente a Cosse. Con particular destaque a las artistas, celebrando su generosidad, y calificándola de “reina”, y otros títulos nobiliarios.

A esta altura, ya se sabe que a Cosse el sentimiento de vergüenza ajena, o la austeridad republicana, le son tan ajenos como la simpatía o la capacidad oratoria. Pero pocas veces se ha visto un espectáculo tan flagrante de autobombo usando el dinero del pueblo. Si un César romano hubiera visto 10 minutos de TV Ciudad el día del show, diría que a la intendenta se le fue la mano. Sin embargo, cegados por la miopía partidaria, muchos dirigentes políticos y actores sociales le festejan este tipo de atropellos. Generando un precedente lastimoso, que nos acerca a los estilos de liderazgo de un completo país bananero.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad