Hace algún tiempo, tal vez coincidiendo con el inicio del desbarranque del movimiento feminista moderno, se popularizó un video en las redes sociales. En él, un grupo de activistas radicales, ensayando coreografías que explicarían por sí solas el derrumbe de la natalidad en Occidente, cantaban una canción donde acusaban a todos los hombres de ser violadores en potencia. Y culminaba con una consigna a prueba de tibios: “el violador eres tú”.
Es difícil no asociar ese nivel de sofisticación intelectual al abordar un fenómeno, con el titular de una nota publicada la semana pasada por La Diaria. El mismo afirmaba que “En Uruguay crece el negacionismo de la dictadura, alentado por las ultraderechas a nivel global, según expertos”.
“Negacionismo”, “dictadura”, “ultraderechas”... Solo faltaba meter “neoliberal” o “Elon Musk”, y era el combo perfecto para llevar al orgasmo de indignación a cualquier militante progresista que se precie. Sensación en la que, de todas formas, pasan buena parte de su vida.
Un punto aparte merece la apelación a “los expertos”. Es algo cada vez más frecuente en los activistas del bienpensantismo de izquierda, el buscar validar sus opiniones en base a criterios disfrazados de ciencia exacta. Como si en un tema como este hubiera una camada de “expertos” excluyentes, cuyo veredicto no admitiera más que agachar la cabeza y agradecer por la sabiduría derramada. O como si no existiera detrás una selección, un “cherrypicking”, de gente cuyo rol es simplemente validar la opinión del autor de la nota. O como si las ciencias sociales admitieran un nivel matemático de certidumbre, si es que incluso la matemática de veras lo admite.
Todo este caldo viene a cuento de que ciertas personas, gente que debe ducharse al sonido del cancionero italiano fascista de los años 40, han osado cuestionar algunas de las verdades hemipléjicas que la academia de izquierda nacional, ha venido queriendo imponer en la sociedad uruguaya. Casi en forma coordinada con el ritmo al que los testigos directos de los lamentables episodios que padeció el país en los 60 y 70, van dejando el mundo de los vivos.
Según estas voces, estos “expertos”, el Uruguay de los 50 y 60 era una especie de infierno de la injusticia y la desigualdad, lo cual llevó a que gente imbuida de criterios de solidaridad social y bondad que pondrían al Dalai Lama al nivel de Obdulio Trasante o Daniel Felipe Revelez, se lanzaron a una armónica cruzada por llevar al país al paraíso socialista.
Frente a este empuje civilizatorio, las fuerzas retrógradas y conservadoras se aliaron con los militares para lanzar una represalia sangrienta contra el bien. Y tras un período oscuro en el que pareció triunfar la maldad, llegó una era progresista que ha puesto todo en su lugar. Sobre todo, llevando a la cárcel a gente que aunque solo fuera por su edad, no estaban en condiciones de tomar decisión relevante alguna.
La realidad de lo que está pasando, es que enfrentamos un predecible efecto pendular, ante la imposición de una historia oficial que no se sostiene por ningún lado.
Entonces, como siempre, aparece una nueva generación que cuestiona las verdades absolutas que le intenta imponer la previa. En Uruguay como en toda la región, aparece gente que empieza a preguntar, a leer, a investigar. Y se da cuenta de que la mayoría de las cosas que se imponen como verdades absolutas, tienen los pies de barro. Cuando no esconden directamente mentiras, diseñadas para ser funcionales a un relato político partidario.
Porque sí, es verdad, en el país hubo una dictadura militar, que torturó y asesinó. Pero también es verdad que hubo un movimiento guerrillero que torturó y asesinó desde 10 años antes de que hubiera dictadura. También hubo un Partido Comunista que tenía un aparato armado en el país más democrático e igualitario de América Latina, seguramente para acabar con la plaga de palomas. Y hubo un movimiento sindical que “agudizó las controversias” sociales, hasta llevar al país a un incendio, con el fin de ofrecer como única salida, un socialismo a la cubana.
En estos tiempos de aguas barrosas, parece difícil encontrar el camino de la razonabilidad, entre gente que opera para reescribir la historia según su conveniencia política actual. Pero una cosa hay que tener clara. Cuando desde las mismas filas ideológicas que provocaron buena parte de la tragedia que fue el Uruguay de los 60 y 70, hoy se azuzan cucos políticos, y se estigmatiza al que cuestiona, hay que recordarles que el principal generador de “ultraderechistas”, si existiera tal cosa, son ellos mismos.