En una explicación "boomerang" sobre la pobreza en materia de realizaciones de sus dos primeros años de gestión, el Presidente Mujica declaró que "el gran defecto que tiene el Uruguay, la madre de todos los defectos, es que tiene un sistema político que vive en campaña electoral". Vayamos por parte en lo que eso significa:
1) La responsabilidad de gobernar la tiene el partido que el pueblo eligió, justamente, para que gobernara. Confió en él por encima de las propuestas y los candidatos de los otros partidos.
2) Esta segunda administración del Frente Amplio -como ocurrió también con la primera- tiene mayoría absoluta en ambas Cámaras; es decir, está en condiciones de sacar adelante las leyes que estime convenientes sin necesidad de acuerdos interpartidarios para alcanzar los votos. Cabe reconocerle igualmente al Presidente Mujica su admirable vocación para el diálogo y su política de puertas abiertas, sin exclusivismos de colores políticos o ideológicos.
3) La oposición es el conjunto de partidos que no obtuvo mayoría y, por consecuencia lógica, es minoría. Puede y debe apoyar las propuestas del gobierno que considera compartibles, pero su función esencial es controlar lo que el gobierno plantea. Su obligación es trasmitir e informar a los ciudadanos los inconvenientes y peligros que determinados proyectos de ley pueden acarrear, porque otra cosa no puede hacer.
4) El FA -cuando era oposición- fue el partido que creó e impulsó un modelo de oposición feroz, intransigente, agresiva y cerril. Junto a los sindicatos compañeros, apostó siempre "a cuanto peor (marche el país), mejor (para el FA). Creemos que, con excepción del Tratado de Asunción (Mercosur) nunca votó ninguna iniciativa de los sucesivos gobiernos de los partidos tradicionales. Para el FA, todas eran malas y las críticas se hacían despiadadas. Incluso en el peor momento del Uruguay posdictadura -la crisis del 2002-, su entonces líder, Tabaré Vázquez, salió a reclamar el "default" cuando el país negociaba para salvar su vida. Afortunadamente, actitudes como esa, no puede imputársele a ningún partido de la oposición. Por el contrario, se han sentado a la mesa cada vez que se les llamó para acordar políticas en temas fundamentales. Si después el gobierno no cumplió, es otra cosa y el responsable es solo el gobierno.
5) El problema de este gobierno es que llegó en ancas de un partido que no es partido, sino apenas un conglomerado de fuerzas dispersas e ideológicamente muy distintas, a las que solo las une la ambición del poder. En ese reparto del poder están todos en permanente campaña, entre rifirrafes y componendas por posiciones, porque es elemental para su sobrevivencia.
6) En estos dos años hay varios y graves ejemplos de campaña política por parte del gobierno: la recomposición (bienvenida) de las relaciones con Argentina se disparó a extremos de sumisión, en el afán por contrastar con la política de Tabaré Vázquez; la derogación de la ley de Caducidad pese a la existencia de dos pronunciamientos ciudadanos y ni que decir del famoso Impuesto a la Tierra, un gravamen de origen ideológico para dejar contentos "a la barra y a los bolches". Es decir, entregamos pedazos de dignidad a Cristina Kirchner, afectamos gravemente la institucionalidad y el Estado de Derecho, se incumplió con la palabra empeñada a los inversionistas, por dos veces, en el Hotel Conrad, por claros motivos electorales, dirigidos a satisfacer las exigencias de algunos grupos del conglomerado. ¿O hay algún otro motivo atrás de estos tres episodios?
7) Un capítulo muchísimo más claro es la formidable expansión del gasto público (no en obras imprescindibles para la adecuación del país a los nuevos tiempos) y los rubros de asistencia del Mides, sin la mínima exigencia de contraprestación por ello. Todos contentos, todos con plata y todos eventuales votantes.
En resumen Presidente, si el palo va para su partido, bienvenido. Es hora de cambiar y asumir la responsabilidad de gobernar. Si, por el contrario, busca acusar a la oposición, erró feo: lo que ella reclama es lo que al país le hace falta, llámese seguridad, educación en serio, respeto al Estado de Derecho, viviendas, carreteras, puertos y todo lo que signifique un mejor uso de la bonanza económica, que lamentablemente no es eterna y cuando se termine, el tiempo se habrá perdido. Sobre todo para las generaciones futuras. Así que mejor es dejar atrás el pasado y pensar qué y cómo se hace para el resto de su mandato.