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La educación y las promesas

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Editorial

Precandidatos del FA se comprometen desde ya a otorgar un 6% del PBI a la enseñanza, una meta difícil de lograr y que no alcanza para resolver los angustiantes problemas del sistema educativo.

Los precandidatos del Frente Amplio ya inauguraron el festival de las promesas. Entre ellas una de las más comunes consiste en recoger el viejo —y nunca cumplido— compromiso de destinarle un 6% del PBI a la educación. El que lo hizo más recientemente fue Daniel Martínez, quien además se propone otorgar un 1% para investigación, ciencia y tecnología.

Suena lindo, como sonaba lindo cuando Tabaré Vázquez en su última campaña electoral aseguró que hacia el final de su gobierno se habría logrado o se estaría muy cerca de lograr el dichoso 6%. Nada de eso ha ocurrido. A duras penas la inversión en educación llega al otrora tan reclamado 4,5% destinados a ANEP y Udelar.

Aunque todos, incluidos los gremios de la enseñanza, reconocen que a corto plazo el 6% es difícil de alcanzar, el pedido sigue justificando paros y huelgas que perjudican como siempre a los alumnos y sus familias. La última movilización, paralela al trámite de la Rendición de Cuentas, se desarrolló bajo la consigna "Estamos verdes de esperar el 6%".

Esta idea de fijar porcentajes del PBI viene de lejos. Recuérdese que en 1994, junto con las elecciones nacionales, el Frente Amplio y los gremios propusieron realizar un plebiscito para incorporar a la Constitución un artículo que obligara al gobierno a otorgar el 4,5% a la educación o un porcentaje del presupuesto nacional. Ese plebiscito recogió el apoyo de menos de un tercio de los votantes, el peor resultado obtenido por la izquierda consideradas todas las consultas populares que sus líderes impulsaron desde la oposición.

Ocurre que la gente ya tenía claro por entonces que no conviene fijar porcentajes rígidos de gasto en la Constitución. El hecho de que ahora soliciten el 6% en vez de aquel 4,5% tan mentado prueba que las circunstancias y las demandas son siempre cambiantes. La situación económica del país y el estado de las finanzas estatales pueden complicar el cumplimiento de esas obligaciones a pesar de las normas existentes.

Por otra parte, los reclamantes están lejos de convencer a la opinión pública sobre la necesidad de asegurar esos fondos dado que no presentaron ni presentan un programa de cambios que asegure la eficacia de semejante inversión. Está claro que los mayores recursos volcados al sector en los últimos años tuvieron escaso efecto en la mejora del sistema educativo. Por el contrario, las tasas de egreso de la enseñanza media así como los datos sobre el aprendizaje real de los alumnos demuestran que las cosas han ido empeorando.

La promesa de Tabaré Vázquez sobre el porcentaje para la educación ahora recogida por su correligionario socialista Daniel Martínez tiene antecedentes que vale la pena recordar. Uno de los propulsores del plebiscito constitucional que fracasó dos décadas atrás fue el actual ministro de Economía, Danilo Astori. Sin embargo, después que ocupó cargos de gobierno se manifestó en contra de establecer porcentajes del PBI en la Constitución. Todo se ve distinto cuando se está del otro lado del mostrador.

Como es sabido, buena parte de la campaña de los gremios se centra en demandar aumentos de salarios para los docentes cuyo relevante rol en materia educativa nadie discute. El problema es que sus dirigentes apelan al pedido y la protesta sin ofrecer, en un diálogo maduro, soluciones a los problemas de fondo que aquejan a la educación. Peor aún, es habitual que nieguen incluso la existencia de las fallas como lo hacen cada vez que se divulgan los resultados de las pruebas PISA o los porcentajes de deserción en la enseñanza media.

Además dañan su causa con medidas impopulares como dejar las aulas vacías, una forma de presión que aplican de manera permanente. A principios de su mandato pareció que Tabaré Vázquez estaba dispuesto a enfrentar esta modalidad de actuación sindical cuando ante una huelga en el sector decretó la esencialidad de la educación, una medida sin precedentes en nuestro país. La resistencia de los sectores más radicales del FA lo forzó a levantar esa medida en lo que fue una demostración de debilidad ante los sindicatos de la enseñanza.

Sería bueno que los precandidatos frentistas recordaran estos antecedentes antes de asumir compromisos. También convendría que repasaran los errores cometidos por Vázquez en este período, en particular cuando laudó a favor de los directores de los entes de la enseñanza el enfrentamiento con los técnicos del ministerio de Educación que terminaron dimitiendo. Para cambiar de verdad el sistema educativo se necesita un gobierno con más coraje y decisión en vez de dulces promesas de campaña.

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