La crisis demográfica en Brasil

O maior país do mundo”: el famoso dicho acerca de nuestro extenso vecino, que marcó siempre nuestra situación internacional, abarcó también su dimensión demográfica. Sin embargo, Brasil está viviendo en este sentido una revolución silenciosa que importa tener presente porque nos acompañará en las próximas décadas.

Brasil contaba con 18 millones de habitantes en 1900. Si bien era 18 veces más poblado que Uruguay en aquel entonces (hoy es unas 70 veces más poblado), no estaba tan lejos de la población de su poderoso vecino argentino, por ejemplo. Pero la situación cambió a lo largo del siglo XX. Su ritmo de crecimiento fue vertiginoso: en 1950 eran 54 millones de brasileños; 100 millones en 1975 y 200 millones en 2005. Empero, en estas dos últimas décadas su ritmo de crecimiento se ha desacelerado, e incluso se espera que alcance un máximo de 233 millones de personas en 2045 para luego comenzar a disminuir.

En efecto, Brasil vivirá en estas décadas venideras un enorme proceso de envejecimiento poblacional. De nuevo, se trata de algo que viene de lejos: en 1950, los niños y adolescentes menores de 14 años representaban el 42% de la población total, y los ancianos de 60 años o más constituían una franca minoría del 3,9% del total. En 2023, los menores de 14 años representaban solo el 20,1% de los 211,7 millones de habitantes, y los mayores de 60 años eran el 15,6% del total.

Se calcula que la proporción cambiará para 2029: la cantidad de personas mayores superará los 40 millones de brasileros, y la de jóvenes menores de 14 años será de 39,3 millones. Y la evolución demográfica seguirá su curso: las proyecciones señalan que para 2045 serán algo más de 31 millones de jóvenes, y más de 60 millones los mayores de 60 años es decir el 27,4% del total de la población brasilera.

Todo esto está vinculado, claro está, al proceso general de baja de los nacimientos que se verifica en todos los países más importantes de Occidente. En Brasil, a inicios de los años 1980, nacían aproximadamente 4 millones de niños por año; hacia 2010 eran 3 millones; y hoy la cifra es menor a 2,5 millones por año. Se prevé que baje a menos de 2 millones a inicios de los años 2040.

Detrás de esa baja de natalidad hay una miríada de ONG y asociaciones privadas que reciben apoyo financiero extranjero, con programas de capacitación, centros de salud y centros de información en donde se promueve con éxito el uso de métodos anticonceptivos. Pero además hay un papel social de la mujer distinto al de anteriores generaciones: con más nivel educativo y mayor acceso al mercado laboral, hay un cambio general en torno a la postergación de la decisión de formar familia y tener hijos, por lo que ello también ha influido en bajar la tasa de fecundidad.

Hace ya muchos lustros que Brasil no presenta la cifra demográfica mágica de 2,1, que es la tasa de fecundidad necesaria para asegurar el mantenimiento generacional de la población de un país, llamada también tasa de remplazo generacional. Hoy está en 1,6 hijos por mujer, y se prevé que, para lo que resta del siglo XXI, se mantenga prácticamente estable entre 1,6 y 1,5 hijos por mujer.

Hay así al menos dos consecuencias importantes de toda esta evolución demográfica del país más poblado de Sudamérica. En primer lugar, hay que ser conscientes de que en el largo plazo Brasil seguirá siendo una potencia populosa con relación a nuestro país: con un crecimiento vegetativo de 2 millones de personas por año, crece prácticamente un Uruguay cada 18 meses.

En segundo lugar, la rapidez con la que la proporción de viejos se hará cada vez mayor sobre el total de la población tensionará a los servicios de salud de nuestro vecino del norte. Brasil se constituirá así en un poderoso polo de atracción para la mano de obra especializada de toda la región vinculada a los servicios ligados a lo que se conoce como “la economía plateada”: sobre todo en el sector salud, pero también en actividades propias de una amplísima clase media, que durante varios lustros a partir de sus 60 años de edad mantienen gran vitalidad física y mental, y que por tanto se posicionan como una fuerte clase consumidora de servicios turísticos, culturales, etc.

Los cambios demográficos en Brasil impactarán con fuerza en un Uruguay que también, por cierto, sufre su propia crisis demográfica. Nuestro poderoso vecino sigue siendo uno de los países más grandes del mundo, y su envejecimiento traerá consigo consecuencias económicas que sin duda condicionarán nuestro propio crecimiento.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar