Ideología que cuesta vidas (II)

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El 22 de junio escribíamos en este mismo espacio que “en las últimas semanas hemos tenido la lamentable noticia de que cuatro personas en situación de calle murieron sin asistencia en la vía pública; incluso antes de que comenzara el invierno, algo verdaderamente insólito”.

Doce días después, la mencio-nada cifra de fallecidos se ha duplicado.

La reacción del gobierno trasunta una mezcla de desconcierto y torpeza comunicacional. Insisten una y otra vez en denunciar a quienes pretenden “sacar rédito político” del asunto (como si ellos, por otra parte, no lo hubieran hecho desde el primer día de la pandemia, cuando gobernaba la Coalición Republicana).

La incapacidad del ministro Civila -quien supo ser un acérrimo enemigo de la ley de internación compulsiva y ahora, para defenderse, aduce que la está aplicando- condujo al gobierno a confiar el problema al Sinae, sin que ello lograra detener la escalada de fallecimientos.

Pedro Irigoin, senador del MPP, admitió que “como sociedad no estamos pudiendo resolver una cuestión humana, una cuestión de cómo conservar la vida de las personas”. En dos respuestas breves usó cuatro veces la expresión “todos y todas” y uno tiene derecho a preguntarse si esa manía del lenguaje inclusivo no será una mera coartada buenista para quien no tiene nada que decir, porque no sabe cómo frenar el desastre.

Consultado el presidente Orsi, declaró ayer que “como gobiernos y como Estado no hemos encontrado las herramientas”, en alusión tanto al suyo como al anterior. En realidad, la CR dejó a la administración actual el instrumento de la ley de internación compulsiva, votada en contra por el FA, a la que calificaban poco menos que como represión fascista sobre la “libertad” de la gente de pernoctar a la intemperie. Ayer Orsi agregó: “reconozcamos que no tenemos las herramientas aceitadas para resolver estas cosas” y, echando mano a una de sus habituales ambigüedades, dijo que “quizás sí nos hayamos amputado o capaz que no encontramos la solución definitiva”. ¿No sería hora de ir encontrándola, presidente?

En una respuesta que quiso aplicar la máxima de que no hay mejor defensa que un buen ataque, espetó asimismo que “reconozco la sensibilidad que tienen los partidos de oposición, tan grande, para la gente en situación de calle”, lo que pretendió ser una ironía sutil, pero sonó a burla absolutamente despreciable.

Por su parte, la siempre locuaz vicepresidenta Carolina Cosse arremetió contra el discurso que pronunciara Luis Lacalle Pou en la convención partidaria nacionalista, con otra desubicada falsa oposición. Como se recordará, el exmandatario se refirió en un doble sentido al día 29 y al año del mismo número, como un desafío de recuperación del gobierno. Consultada por el periodista Leonardo Sarro sobre ese pronunciamiento, a Cosse se le ocurrió decir que desde la administración actual “estamos salvando gente de la muerte por el frío, ¿verdad? Yo es- toy pensando verdaderamente en el ahora, ahora, ahora. Hay mucho de qué ocuparse antes de tirar la pelota para adelante. Pero bueno, cada uno tiene sus prioridades. Yo tengo las mías que son ahora”. ¡Y después dicen que es la oposición la que usa esta crisis políticamente! En lugar de pedir disculpas por el bochornoso diletantismo que el FA aplica en su manejo, la vicepresidenta lo cita como un logro. Es la misma dirigente política que, fungiendo de intendenta montevideana, sobreactuó para las cámaras de TV diciendo entre lágrimas que nacerían niños con malformaciones si las embarazadas consumían el agua entonces disponible.

Los noteros de los informativos que entrevistan a vecinos de las víctimas de hoy reciben testimonios de primera mano gravemente concluyentes: llaman al teléfono de contacto del Mides para reclamar las internaciones, pero no tienen respuesta.

Entre un presidente que “quizás” reconoce la inoperancia de su gobierno, una vicepresidenta que se ufana de ella y un ministro que sigue teorizando sobre causas sociales, a esta altura cabe preguntarse qué podemos esperar los uruguayos de semejante combo.

En el editorial del 22 de junio que citábamos al principio, escribíamos: “ojalá que el Mides enmiende las malas decisiones de estos meses y retome la estrategia del período anterior, para no tener que lamentar más muertes evitables en el altar de la ideologización de las políticas sociales. Es tiempo de actuar, no de poner pose de fingida consternación”. Doce días después hubo 4 fallecimientos más. ¿Hasta cuándo?

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