Francia desafiada

Hoy es fecha nacional francesa: la toma de la Bastilla con la que se inicia la Revolución Francesa en 1789 que tanto cambió a Europa primero y a Occidente después. ¿Acaso estamos hoy en un proceso tan relevante como silencioso de revolución gala, pero en torno a la demografía y los valores de ese país?

Hace un par de meses se publicó un informe oficial titulado “La Hermandad Musulmana y el islamismo político en Francia”, que presentó una situación alarmante acerca de la influencia del islam en esa sociedad. Se señala allí que esa hermandad, cuyo origen data de 1928 en Egipto, ha establecido una importante red de lugares de culto, asociaciones y escuelas religiosas que gradualmente han ido extendiendo su influencia por barrios y ciudades, con una perspectiva de práctica religiosa completamente alejada de los valores laicos propios del orden republicano clásico francés.

En el mismo sentido, una destacada antropóloga, investigadora en el prestigioso centro público CNRS francés, Florence Bergeaud-Blackler, había publicado ya en 2023 un ensayo cuyo título puede traducirse como “El Hermanismo y sus redes: la investigación”. Allí se daba cuenta de la influencia que ejerce la organización de los Hermanos Musulmanes en el continente europeo que, aprovechándose del espíritu abierto de las sociedades occidentales, las infiltra y las transforma desde adentro. Se trata de acciones que terminan siendo revolucionarias, ya que atentan directamente contra la cohesión nacional y los valores republicanos, especialmente en lo que refiere a la igualdad entre hombres y mujeres.

El asunto no es nuevo. Estas recientes publicaciones ponen en relieve algo que hace décadas se verifica sobre todo en los barrios populares de las ciudades francesas: la expansión de una cultura alternativa, sin voluntad alguna de integrarse a la comunidad nacional, y que por sus valores religiosos y sus prácticas sociales terminan siendo absolutamente incompatibles con la convivencia pacífica que las poblaciones francesas de larga data quieren para su vida.

Hace lustros, por ejemplo, que las niñas adolescentes no musulmanas se enfrentan a violencias verbales, y a veces hasta físicas, por vestir de manera “irrespetuosa” de acuerdo con los cánones rigoristas fijados por los extremistas religiosos musulmanes: minifaldas muy justas, escotes muy pronunciados, o cabellera al viento completamente libre. En el mismo sentido, cada vez son más las mujeres de religión musulmana que en Francia deben utilizar el velo en sus cabezas de manera de no provocar la violencia religiosa que impone sus criterios éticos y estéticos.

La consecuencia de señalar estas realidades es doble. Por un lado, están los ataques y las amenazas personales, como los que ha sufrido la propia antropóloga Bergeaud-Blackler por causa de la publicación de su investigación, o como los que sufren muchos franceses de origen judío, o como los que involucran a profesores de secundaria que, por exponer razonamientos considerados agraviantes contra Alá, terminan sufriendo gravísimas consecuencias: Samuel Paty, por ejemplo, profesor de historia, fue asesinado en octubre de 2020 por esta causa.

Por otro lado, está la acusación de islamofobia, muy vehiculizada por grupos afines a estos extremismos religiosos, ya que es la forma que tienen de intentar acallar la denuncia de estas realidades, con la idea de que decir estas cosas implicaría una especie de racismo anti- árabe o de voluntad denigratoria contra la religión musulmana en general. Y si bien es cierto que son centenares de miles los franceses de religión musulmana completamente integrados a la sociedad, no es menos verdad que la acción proselitista de grupos extremistas musulmanes se viene extendiendo por todo el país y que los valores republicanos de tolerancia y laicidad están siendo así puestos en tela de juicio.

No es casualidad que organizaciones como los Hermanos Musulmanes estén ilegalizadas en varios países, especialmente en Medio Oriente y en el norte de África: sus principios son contrarios a la convivencia moderna y sus dogmatismos terminan siempre en violencia social. Francia sufre hace años esta situación potencialmente explosiva, en parte por haberse dejado estar en la ampliación de una inmigración sin voluntad de asimilación, y en parte por haber sido víctima de un discurso completamente culpabilizador acerca del vínculo con la religión musulmana.

Francia, infelizmente, está sufriendo así un desafío grave y de larga duración que debe a toda costa enfrentar.

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