En el Mercosur no hay socios menores

DENTRO de los tantos saldos que va dejando este lamentable incidente de las papeleras, el no menos risueño —o penoso—, se encuentra en que algunos Estados Miembros han aparecido rasgándose públicamente sus vestiduras, invocando una presunta violación del Mercosur, cuando el Mercosur ya fue violado por los mismos denunciantes de hoy, con las agravantes de alevosía, móvil de interés, causa de estrago, causación de males innecesarios, premeditación y abuso de fuerza, menosprecio de la autoridad, reincidencia y habitualidad. Prácticamente todas las del Código Penal.

Y el directamente perjudicado ha sido siempre Uruguay, a quien no se le respetó su calidad de integrante del Mercosur en el caso de la exportación de bicicletas; o estableciendo trabas administrativas menores; o a través del reconocimiento de unas subsidiadas "Areas de Promoción Industrial"; o con motivo de la exportación de arroz; o con la impugnación de una solicitud de préstamo en la Corporación del Banco Mundial, o, ahora, con esta larga, complaciente y consentida traba de carreteras y puentes. No es la única comprobación.

EN ese sentido deben rescatarse, dentro de la marejada de problemas, perdidas casi dentro de los ríos de tinta provocados por la situación, unas manifestaciones formuladas a la prensa argentina por el Canciller de Brasil en los primeros días de enero, cuando dijo: "Quizá no hayamos hecho lo suficiente para que los socios menores obtengan más beneficios del Mercosur". Una semana después, el Presidente Lula, de pie, a la diestra de un tácitamente solidario Presidente de Argentina, agregó, con un tono paternalista, que los "socios mayores" del bloque deberían ser "más generosos" y "trabajar más" para superar las diferencias. Y, finalmente, para complicar aún más este panorama, justificando su inasistencia a los actos de asunción del nuevo mandatario de Bolivia, el Presidente uruguayo habría invocado la visita previa a Argentina y Brasil, olvidándose de "los socios menores" del Mercosur.

Todos se equivocaron, ya que en el Mercosur no hay ni socios mayores ni socios menores sino que todos los fundadores, en pie de igualdad, son "Estados Partes" —¿o Estados Parte?—, de un Mercado Común. Serán países con un variado número de habitantes y distintas superficies territoriales; con niveles heterógeneos de producción y de comercio exterior; con disparidad de mercados internos; con costos desiguales de mano de obra; con diversos porcentajes de desempleo; anisómeros en su conformación; con economías diferentes, pero, a los efectos del Mercosur, son todos iguales.

EL artículo 1º del Tratado de Asunción, dentro de sus Propósitos y Principios, viene señalando así, desde el 21 de febrero de 1991, que los "Estados Partes" decidieron constituir un Mercado Común que implica, entre otras cosas, "la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países", fundado "en la reciprocidad de derechos y obligaciones", aplicando una terminología que reiteraron sus Anexos, Protocolos, Declaraciones, Agendas y los Acuerdos de Integración celebrados posteriormente. Ello debe considerarse como otra aplicación de la misma línea filosófica de igualdad que sabiamente recogiera —ya entonces—, nuestra Constitución de 1830 al no reconocer otra distinción entre las personas que la "de los talentos o las virtudes"; que siempre aceptó la Constitución de la Nación Argentina ("...no admite prerrogativas de sangre ni de nacimiento; no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza" dice el artículo 16) y que también asumiera la Constitución de la República Federativa de Brasil en un exhaustivo y larguísimo artículo 5o. no permitiendo entre sus habitantes "distinciones de ninguna naturaleza".

Es verdad que en el artículo 6 del Tratado de Asunción se "reconocen diferencias puntuales de ritmo para la República del Paraguay y para la República Oriental del Uruguay", las que se consignan en el Programa de Liberación Comercial incluido en el Anexo 1, incorporando un cronograma de excepciones. Pero que no desconocieron, debilitaron ni atenuaron la calidad de Partes igualitarias de los cuatro países signatarios.

LO que existe, tomando una expresión que acuñara el senador Sergio Abreu y que después se hiciera un camino propio dentro de la literatura mercosuriana, son las "asimetrías" entre los Estados Partes, pero —agregamos nosotros—, sin chicos ni grandes, ni menores ni mayores, ni petizos ni altos, ni gordos ni delgados, ni blancos ni con tez de color, ni actores principales ni figuras de reparto, sino, como ocurre con las imágenes que se reflejan en los espejos mágicos, todos iguales. Ese es el milagro de los Tratados multilaterales, ya que, si Uruguay y Paraguay no lo integraran, el Tratado de Asunción no pasaría de ser un modesto Acuerdo bilateral, sin la fuerza, el vigor, el respaldo y el respeto internacional que le reconocen otros países y otros bloques, teniendo en cuenta precisamente que hay más de dos Partes, todas ellas en un pie de igualdad. La clave se encuentra en que representan una masa de pueblos, no a los gobernantes de turno en cada país.

PARTIENDO de esas consideraciones, pues, tanto o más que alzarse ante el atropello que se viene cometiendo contra los derechos humanos de todos los hombres y mujeres que quieren ingresar al Uruguay a través de la ruta 136 de Argentina, o cruzando los Puentes —en abierta violación al artículo 13 de la Declaración Universal de Naciones Unidas y el artículo VIII de la Declaración Americana de Bogotá (1948)—, hay que reivindicar nuestra calidad de Estado Parte, igual a todos, dentro del Mercosur.

No haber reclamado en su momento contra las expresiones citadas al comienzo de este editorial, pudo haber dado la impresión, a quienes las formularan, de que terminaron siendo aceptadas. Y eso no puede permitirse ni por la soberanía del país, ni por la historia que escribieron sus grandes sombras tutelares ni por la dignidad de quienes hoy somos uruguayos en este hermoso pedazo de tierra.

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