El César, la mujer, y la urticaria

El trámite parlamentario a la venia para que la ex vicecanciller Ache, sea nombrada como embajadora en Portugal, ha puesto muy incómodo al gobierno. Primero, porque ha quedado en claro que varios de sus propios senadores la votaron tapándose la nariz. Pero, también, porque ha vuelto a poner sobre la mesa el rol opaco que cumple en este gobierno el pro secretario de Presidencia, Jorge Díaz. De hecho, el propio Díaz, siempre locuaz y generoso con los medios de comunicación, dejó en evidencia ayer mismo, que el tema lo saca de eje. Al salir públicamente a informar que “yo no participo de la designación de los embajadores”, y denunciando que “me llama la atención la urticaria que le genera a algunas personas la designación de la figura de Carolina Ache”.

Corresponde entonces empezar por allí, por lo que Díaz ve como urticaria, pero otros simplemente analizan como una designación imposible de comprender.

Uruguay cuenta con un cuerpo diplomático tradicionalmente competente y bien formado. SI bien la anterior gestión del MPP a nivel nacional, y sobre todo el paso del ex canciller Almagro, fue muy duro para el profesionalismo de nuestros diplomáticos, ya que hubo un cambio en el reglamento interno, que politizó demasiado el ministerio.

Pese a todo lo anterior, Uruguay, como todos los países, suele apostar en todos los gobiernos por determinadas figuras de particular confianza política, para cubrir embajadas en lugares clave, como Argentina, Brasil, Estados Unidos.... Donde hace falta que haya, más allá del profesionalismo diplomático, gente con un peso específico político, un vínculo muy cercano con el Presidente, o alguien que tenga vinculación profunda con el destino en cuestión.

Carolina Ache no es diplomática de carrera. Carolina Ache no es una figura política relevante en el panorama uruguayo, a tal punto que en la última eleción interna, obtuvo la friolera de mil votos. Carolina Ache no es alguien con un historial de cercanía al presidente Orsi, ni tiene que se sepa un vínculo particular con Portugal. Un país, además, que no es estratégico para Uruguay, ni con el que tengamos un vínculo especial.

Carolina Ache es militante (no se puede decir que sea dirigente) del Partido Colorado. Pero ese partido no solo no fue consultado antes de esta propuesta, si no que sus senadores votaron todos en contra de su designación. Con lo cual se derrumba la tesis de que fuera una especie de muestra de amplitud democrática del gobierno de Orsi.

Entonces... ¿por qué va Carolina Ache de embajadora a Portugal?

Nadie consigue dar una explicación creíble y transparente. Lo cual fogonea las explicaciones más rebuscadas.

Ahí empieza a figurar el hecho de que durante el período pasado, Ache protagonizó un escándalo que costó el cargo a dos ministros, y que dañó bastante la imagen del gobierno de entonces. La raíz del escándalo estuvo en que Ache grabó de manera subrepticia y clandestina a sus superiores, que en conversaciones que creían privadas, hicieron comentarios que podían ser malinterpretados. Y lo fueron, como aquello del ex canciller Bustillo de que tirara el teléfono.

La realidad es que en todo ese episodio, al cual el Frente Amplio dio una trascendencia enorme, quien quedaba peor parada era la propia Carolina Ache. Fue ella la que se reunió con el abogado de un narco, fue ella la que desoyó el aviso del ex viceministro del Interior sobre quién era Marset, fue ella la que se resistió a entregar unos intercambios de whatsapp, que dejaban en evidencia su absoluta falta de profesionalismo. Y sin embargo, el mismo partido político que la prendió fuego públicamente entonces, ahora la premia con una embajada.

Acá aparece el dato clave. ¿Quién era el abogado de Ache? Pues el hoy pro secretario de Presidencia, Jorge Díaz. El mismo que le recomendó grabar a sus superiores, el mismo que cuando renunciaron los jerarcas, escribió en sus redes “jaque mate”.

También el mismo que cuando todo el sistema político le encomendó el honor de crear la nueva Fiscalía e instrumentar el nuevo proceso penal, convirtió la primera en un club político del Frente Amplio, y destruyó la confianza popular en el segundo. Algo que a la democracia uruguaya le va a costar superar.

Es sabido que a los embajadores los designa el Canciller y el Presidente. También que cuando algo tiene cuatro patas, bigotes y maúlla, casi siempre termina siendo un gato. Y que como ya decían los romanos no alcanza con que mujer del César sea honesta. Debe, al menos, parecerlo.

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