Hace varios ciclos electorales que se verifica la aparición de partidos políticos nuevos. Cada uno de ellos cumple con las condiciones impuestas por nuestro orden legal para poder presentarse ante la opinión pública y ser votados. Pero luego, cuando llega el momento de recibir apoyos, no logran siquiera el 1% del total, que es la cifra que mal que bien alcanza para integrarse a la Cámara de Diputados. Además, hay partidos que con el tiempo tampoco logran crecer en apoyos, de manera que, si bien reciben miles de votos, se ven perjudicados por un reparto de bancas de representación proporcional que favorece, en la adjudicación por restos, a los lemas más votados.
En octubre pasado, en el espectro de opinión de partidos favorables a la Coalición Republicana (CR), tuvimos varios ejemplos de partidos que recibieron miles de votos, pero que terminaron frustrados en sus expectativas. Por un lado, el partido del diputado Lust, Constitucional Ambientalista, recibió 11.865 votos; sin embargo, como concurrió a las elecciones con lema propio y distinto, terminó sin representación parlamentaria. A modo de comparación, el apoyo directo a la lista en Montevideo de la diputada que terminó siendo electa por Cabildo Abierto (CA) fue de 4.106 votos.
Por otro lado, ni los 41.618 votos que recibió el Partido Independiente (PI) ni los 60.549 votos de CA alcanzaron para que llegaran al Senado. Otra hubiera sido la historia, seguramente, si la presentación de ambos no hubiese sido por lema propio: en comparación, por ejemplo, el sector que conforma la Lista 40 del Partido Nacional (PN), que fue el más votado entre los blancos, tuvo una representación de 4 senadores, con un promedio de algo menos de 58.000 votos por senador.
Se pueden encontrar en el juego de proyecciones hipotéticas varios ejemplos de este tipo, es decir, casos en los que una presentación electoral que hubiese tenido más en cuenta la forma en la que se reparten de verdad las bancas, hubiese terminado siendo más justa para todos los actores. Sin embargo, para que eso efectivamente ocurra, hay que asumir cabalmente las reglas de juego y dejar entonces la moda de querer formar partidos políticos nuevos.
En efecto, todo nuestro sistema está pensado para reforzar a los partidos que ya existen y cuentan con una fuerte representación. No se desmerece por ello una integración justa en el Parlamento, ya que se verifica la representación proporcional integral. Pero toda la inteligencia está en ser capaz de integrarse a las grandes corrientes partidarias que ya existen y formar, dentro de ellas, sectores con matices propios que se diferencien de otros sectores y que, todos juntos en un mismo lema, terminen sumando sus votos y luego repartiéndose las bancas atribuidas con justicia al partido.
Esta elección tuvo ya una clarísima demostración de este mecanismo: si los partidos políticos más pequeños de la CR hubiesen comparecido dentro de los lemas blanco y colorado, hubieran terminado con una mayor representación parlamentaria. ¿Qué sentido tiene para el partido de Lust, por ejemplo, haber hecho el enorme esfuerzo de liderar una campaña independiente de los demás, si con el mismo vigor y con sus mismos ideales podría haberse integrado como corriente independiente dentro del PN, por ejemplo, y así terminar obteniendo, con los votos que recibió, muy probablemente, una banca en Diputados? ¿Qué sentido tiene para el PI seguir presentándose de manera independiente a las elecciones, recibir decenas de miles de votos como ocurrió tanto en 2024 como en 2019, incluso crecer en aceptación popular de una elección a la otra, pero terminar obteniendo siempre un solo Diputado cada vez, cuando si se integrara al lema del Partido Colorado, por ejemplo, esos más de 40.000 votos de octubre pasado le hubieran permitido seguramente duplicar su representación en Diputados y quizás incluso llegar a un senador?
Luego de la derrota del balotaje hay muchos argumentos en torno a conformar un lema en común integrado por los partidos de la CR. Sin embargo, a la par de esos razonamientos, debe también revisarse la estrategia de la comparecencia de los pequeños partidos a las elecciones. Si se respetan las reglas de juego y se las utiliza favorablemente, en vez de partidos deberían conformar grandes corrientes propias dentro de los lemas tradicionales ya instalados, para evitar así quedar perjudicados por el sistema de reparto de las últimas adjudicaciones de bancas de nuestro modo de escrutinio. Allí hay un camino viable para los partidos chicos.