Detrás del fuego de artificio

Algo revolucionario está pasando en el mundo y, para variar, desde Uruguay no se está percibiendo la magnitud del temblor. Tiene que ver, como no puede ser de otra forma, con el cambio que ha impuesto Donald Trump en la agenda global. Pero va más allá de las mentiras, anuncios rimbombantes, y fuegos de artificio, que se suelen robar la atención de las miradas livianas que predominan.

En el mundo hay un solo modelo político y económico que ha demostrado ser exitoso en el último siglo para llevar bienestar y desarrollo a los seres humanos. Se trata del que mezcla economía de mercado, por un lado, y democracia liberal, por otro. Siempre que se dice esta obviedad, aparece algún trasnochado que habla de China, o sale con algún discurso neobolchevique al gusto de Juan Castillo. La realidad es que China logró progresar económicamente, cuando aplicó la receta del mercado, y hoy enfrenta un freno notorio, con derivas belicistas, justamente por no haber agregado la ineludible “pata” de la democracia liberal a su mix particular.

Sobre nuestras viudas del Muro de Berlín, y esa gente que critica todos los días al “capitalismo”, solo cabe decirles que sus modelos ideales han fracasado siempre. Y que en todo caso cuando tengan una alternativa con visos de éxito, que la pongan sobre la mesa. Mientras tanto, que dejen a la gente en paz.

Pero dentro del modelo exitoso, también hay dos corrientes. Está el capitalismo liberal más puro, si se quiere, que se vive en Estados Unidos. Y del otro lado del Atlántico, un modelo de estado de bienestar con mucho mayor influencia de los gobiernos, que es el que domina en la mayoría de los países de la Unión Europea. Ambos modelos tienen sus dilemas, en EE.UU. tal vez la falta de una red de protección social más abarcativa, en Europa, la carencia de un dinamismo económico que genere menos desempleo y más entusiasmo creador en los jóvenes. Pero esos eran hasta ahora los caminos a imitar por los países como Uruguay.

Pero lo que está pasando con Trump, la OTAN, y la pelea con algunos líderes europeos, está dejando en evidencia un problema de fondo. Y es que buena parte del costo de ese estado de bienestar tan generoso que ha desarrollado Europa en el último siglo, estaba subsidiado por Estados Unidos. Y es lo que Trump acaba de decir que no seguirá ocurriendo.

Es que Washington invierte cada año un 3,6% de su PBI, unos 820 mil millones de dólares en defensa. Y el poderío militar fabuloso que esa inversión genera, es en buena medida lo que ha financiado la seguridad de Europa, frente a amenazas como las de Rusia. Esto porque los países europeos en promedio, invierten apenas 200 mil millones de dólares en defensa, un magro 1,6% de su producto bruto. Como se verá, se trata de un desfasaje abrumador, del cual las distintas administraciones americanas se vienen quejando desde hace décadas. Pero los europeos han mirado siempre para otro lado.

El problema es que el crecimiento de la amenaza eventual de China, lleva hoy a Estados Unidos a cambiar el eje de sus desvelos. El mismo pa-sa ahora mucho más por el Pacífico, que por el Atlántico, y por eso Trump ha dicho a los europeos que la cosa, así, no va más. Que por supuesto hay afinidades históricas y culturales, y una alianza profunda en lo político. Pero que Estados Unidos no está en condiciones de seguir subsidiando la seguridad europea, y que deben tomar eso en sus propias manos.

No deja de ser gracioso ver cuando desde Europa, o incluso desde América del Sur, se habla con cierto desprecio de la falta de protección social que viviría la gente en Estados Unidos, frente a las ventajas sociales que tiene Europa. Porque cuando hacemos los números, es fácil ver todo lo que podría haber hecho Washington con apenas una parte de lo que ha invertido en los últimos 75 años en defensa europea. Y qué tan generosos podrían ser los gobiernos europeos con sus ciudadanos, si hubieran tenido que gastar lo suficiente en estos años para no precisar del apoyo de EE.UU.

Alguien muy distraído podría decir que todo este gasto millonario en defensa es un crimen, y que la plata hay que gastarla en cosas que mejoren la vida de las personas, no en armas. Pero la historia muestra que siempre es más barato invertir en disuasión, que terminar en una guerra. Y si no, que se lo pregunten a los pobres ucranianos. Mientras en el mundo haya regímenes que no son democracias genuinas y miradas religiosas y políticas intolerantes e invasivas, no habrá más remedio que estar preparado para defenderse. Y eso, sale plata.

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