El pasado 6 de setiembre, previo a las elecciones de renovación parcial de representantes provinciales y municipales en provincia de Buenos Aires, nos preguntábamos si unos resultados adversos podían llegar a ser el destino final del proyecto político del presidente Milei. ¿Acaso algo similar puede plantearse con los resultados de las elecciones parciales legislativas nacionales de mañana en Argentina?
Lo ocurrido en setiembre pasado políticamente fue un terremoto. Por un lado, porque en una provincia ciertamente peronista el sector del presidente argentino perdió allí por más de 10% con relación al partido del gobernador Kicillof. Semejante diferencia resultó inesperada para muchos operadores y las consecuencias se hicieron sentir rápidamente: como casi siempre ocurre en estos casos de inestabilidad política, la corrida contra el peso argentino fue muy potente. En esa semana del lunes 8 de setiembre el banco central argentino tuvo que vender cientos de millones de dólares. Pero no por ello paró la sangría. Incluso hubo quienes en la oposición señalaron que Milei debía apurar el final de su mandato para antes de las legislativas de mañana.
Por otro lado, lo ocurrido en la semana del lunes 15 de setiembre fue de vértigo también, pero en un sentido contrario.
Mientras que en Buenos Aires todo apuntaba a una crisis de nunca acabar, el equipo económico del presidente obtuvo un apoyo directo enorme en Estados Unidos (EE.UU.), tanto político como financiero. Desde el presidente Trump hasta el secretario del Tesoro Bessent, pasando por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, fue fuerte, unánime y radical: Washington no estaba dispuesto a dejar caer a un aliado estratégico como Milei por causa de una corrida cambista especulativa.
Fue un apoyo tan potente que al cierre de esa semana el dólar estaba prácticamente estabilizado en la city porteña en los guarismos registrados previos a la elección provincial; los bonos argentinos tuvieron subidas de 15% o 20% en días, y todo pareció volver a un clima de relativa normalidad. Además, el gobierno argentino decidió en plena crisis eliminar retenciones del agro hasta el 31 de octubre o hasta alcanzar 7.000 millones de dólares: sólo en 48 horas el mundo agropecuario liquidó dólares hasta alcanzar ese límite, y por tanto de la escasez se pasó en Buenos Aires a la tranquilidad de disponer de los suficientes billetes verdes como para soportar cualquier especulación contra el peso.
Todo esto que parece un thriller de suspenso tan propio de los altibajos argentinos, tiene sin embargo un capítulo muy importante a ser transitado mañana. En efecto, si bien la estabilización fue mal que bien lograda, y si bien quedó claro que esta Argentina de Milei cuenta con un respaldo político y financiero en EE.UU. que no tiene antecedentes en la historia del país -ni siquiera las reformas de los años 90 de Menem y sus “relaciones carnales” con Washington contaron con tanto apoyo-, no es menos cierto que queda pendiente un desafío político enorme para el oficialismo: nada menos que el apoyo popular en las urnas al camino trazado por Milei.
El asunto es complejo porque es evidente que hay mucha ansiedad por dejar atrás años de mucha decadencia económica y social. Es sabido que nuestros vecinos tienen todo para ser una gran potencia, y que sin embargo tropiezan recurrentemente con piedras populistas que los llevan a tomar opciones de políticas públicas que no les aseguran para nada un crecimiento de largo plazo: de hecho, en los últimos quince años Argentina ha quedado estancada en lo económico. Y es sabido también que la bomba que viene desactivando Milei es de ingeniería difícil: endeudamiento feroz, distorsión de precios relativos, pobreza extendida, subida de precios al límite de una hiperinflación, puertas de mercados internacionales financieros cerradas para renovar deuda, y sectores enteros paralizados por falta de inversión y seguridad jurídica y de perspectivas económicas.
Frente a tanta ansiedad por salir adelante, la opinión pública reconoce a su presidente la pericia con la que enfrentó la situación. Argentina no estalló, y eso se lo debe a Milei. Sin embargo, como bien señaló su contraparte estadounidense, importa encontrar caminos de gobernabilidad que permitan a los sectores afines a la línea presidencial encontrar espacios para asegurar alianzas políticas y parlamentarias. Justamente, eso es lo que seguramente evalúe la ciudadanía mañana en las urnas. La región queda así expectante.