En enero de 2015 hubo un atentado político en París contra la sede de Charlie Hebdo: un comando terrorista árabe musulmán, disgustado por las recurrentes caricaturas burlonas que ese semanario satírico dedicaba a Mahoma y a la religión del Corán, mató allí a doce personas, dentro de los cuales a muchos de sus más famosos caricaturistas. El 10 de setiembre de 2025, en una universidad de Estados Unidos (EE.UU.), un atentado político asesinó a Charlie Kirk, un joven polemista de perfil conservador, de gran talento y cuya postura siempre era “prueba de que estoy equivocado”, incitando así al diálogo abierto y al intercambio pacífico de ideas y argumentos.
Cuando a fines de la Guerra Fría el reconocido teórico estadounidense Samuel Huntington escribió su famoso libro “El choque de las civilizaciones”, seguramente no imaginó que esta década que va del atentado contra Charlie Hebdo al atentado contra Charlie Kirk habría de ser ideológicamente tan dura para Occidente.
En efecto, el golpe en París fue el simbólico inicio de una guerra soterrada y dañina contra los valores occidentales en ese país, que se tradujo, por ejemplo, en el horrible atentado de noviembre de 2015 en el boliche parisino Bataclan, y que todos los días procura imponer una cultura musulmana y extremista en la sociedad francesa. El golpe en Utah ha sido la ilustración más contundente de la intolerancia extremista que no soporta la libertad de opinar y que pone en riesgo la convivencia pacífica de una sociedad moderna con valores plurales.
Los dos atentados muestran así las dos grandes amenazas que perviven en Occidente. Por un lado, está el ataque externo originado en otras civilizaciones, para retomar la expresión de Huntington, que no soporta la libertad y modernidad propias de nuestro amplio espacio democrático, cristiano y laico -del cual formamos parte en tanto Latinoamérica, ya que somos lo que el teórico francés Alain Rouquié llamó el “Extremo Occidente”-. Por otro lado, está el ataque interno originado en derivas ideológicas autoritarias y violentas, que siempre estuvieron presentes en Occidente, y que en particular en EE.UU. se identifican con movimientos izquierdistas.
En los dos casos, los violentos reivindican tolerancia y pluralidad. Es porque resulta que las caricaturas de Charlie Hebdo eran consideradas agresivas, que terminaron atentando contra sus periodistas. Es porque parece que los argumentos de Charlie Kirk eran demasiado conservadores y violentos, que hubo quienes lo asesinaron y festejaron su muerte.
En verdad, tras esas excusas ideológicas y discursivas se esconde lo peor de la violencia autoritaria e intolerante, propia del dogmatismo religioso más repugnante y del dogmatismo político más execrable.
Un atentado y otro mostraron en realidad que lo que irrita hasta la violencia física a estos dogmáticos religiosos y políticos es la libertad de opinar, de disentir, de argumentar, de reír, y de vivir con la convicción de las ideas propias sin por ello obligar a nadie a sostenerlas como si fueran suyas. En definitiva, lo que molesta al punto de asesinar a alguien o de aplaudir tales actos de violencia política extrema, es la libertad de expresión, esa que, sin duda, es uno de los valores más importantes de la civilización occidental y de sus democracias hoy tan atacadas.
Nada de lo que está ocurriendo es nuevo. En el siglo XX, regímenes fascistas y comunistas violaron esa libertad tan sagrada todos los días, a la vez que reivindicaban, como los asesinos de Charlie en París y de Charlie en Utah, ser defensores de valores sagrados y superiores a la existencia de quienes pensaban diferente a ellos.
El problema es que, lejos de ser conscientes del desafío que enfrentamos, pasó una década y las amenazas siguen presentes.
Por un lado, la amenaza extremista musulmana se ha multiplicado en todo Occidente, al punto de haber visto en estos meses manifestaciones por doquier favorables, por ejemplo, a los infames atentados del 7 de octubre de 2023 en Israel. Por otro lado, infelizmente el asesinato de Charlie Kirk no es una excepción en la violencia izquierdista estadounidense: en plena campaña electoral del año pasado, por ejemplo, por dos veces se intentó asesinar al actual presidente Trump.
Occidente debe reaccionar. La democracia siempre es frágil y es atacada por sus enemigos, que son numerosos y activos. Ojalá que los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo y de Charlie Kirk nos hagan ver que debemos siempre defender nuestras libertades.