El país se acerca al día decisivo sin certeza de cuál será el desenlace. Las encuestas, con resultados que están en el margen de error, aconsejan prudencia. Hay indecisos por decidirse y es imposible prever el impacto del voto buquebus, que está vez llegará algo más diversificado que antes.
También es complicado evaluar el impacto del debate entre Álvaro Delgado y Yamandú Orsi porque no fue, estrictamente hablando, un debate. Más bien pareció un desarrollo en paralelo (cada candidato en lo suyo) de los respectivos programas.
No cabe duda de que Delgado se mostró más seguro y “presidencial”. Supo enlazar lo que implica trabajar a partir de un gobierno del que formó parte con lo nuevo que aportará si gana la segunda vuelta.
Orsi fue más generalista y algunos analistas lo vieron demasiado libretado y temeroso de que algo lo obligara a salirse de ese guión, cosa que, dada la estructura del debate, era imposible que pasara.
Según la adhesión cada uno dirá que ganó el suyo, más allá de que Delgado claramente emergió como figura presidencial.
En este tramo final de la campaña, el discurso desplegado por quienes defienden la candidatura de Orsi (y a veces el propio candidato) cayó en la denostada práctica de “inventar un relato”, una sutil manera de mentir. Se insiste en que este gobierno fue un desastre, que los salarios no subieron, que la situación sigue mal. Ni los hechos, ni las estadísticas avalan tales afirmaciones.
Desde el extraordinario manejo de la pandemia, una realidad que sacudió al mundo aunque hoy algunos quieren dejarla en un conveniente olvido, hasta una larga lista de promesas cumplidas y logros obtenidos, es evidente que este fue un gobierno exitoso. El Frente Amplio sabe que es así, pero necesita mostrar que todo fue un gran desastre para ganar la segunda vuelta este domingo.
Esto de inventar un relato se ha puesto de moda en el mundo. Cristina Kirchner cantó loas a su propio gobierno, con logros imaginarios nunca cumplidos. Donald Trump impuso lo de la “verdad alternativa”, o sea una manera de contar las cosas imaginada por él. Eso solo no explica su reciente victoria electoral, pero ayuda a entenderla. El mejor experto en esa práctica ha sido el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, al punto que un destacado periodista de ese país le preguntó, en tono amable, por qué mentía tanto. Su cínica respuesta fue decir que no mentía, sino que cambiaba de políticas. Lo hacía en temas sobre los cuales había jurado una y otra vez que no cambiaría.
Sería una lástima, para el sano funcionamiento de la democracia, que la mentira como forma de propaganda política se instale de modo definitivo en nuestro país.
Una estrategia simple para llevar adelante una campaña es marcar los defectos del adversario, en especial si este está ejerciendo el gobierno. Su eficacia disminuye en el caso contrario. Es una pena que los estrategas oficialistas no percibieran esto con claridad y dedicaran más tiempo a cuestionar los pecados frentistas (que son muchos y hay que señalarlos) antes que resaltar los éxitos de este gobierno. Si nos atenemos a lo que dicen las encuestas, la “opinión pública” por así llamarla, lo tiene más claro que esos mismos estrategas.
Son de tal importancia esos logros que habría que preguntarse que pasaría con muchos de ellos si Orsi fuera el próximo presidente.
Uno de esos cambios profundos fue la creación de los Centros Espínola, el aspecto más importante de la transformación educativa iniciada por este gobierno. Lamentablemente la pandemia enlenteció su puesta en marcha lo que implicó que se abrieran menos centros de los deseados y las evaluaciones sobre su marcha hayan sido muy iniciales. Pero es un cambio extraordinario del que se habla poco tal vez porque los operadores políticos de los partidos de la Coalición no estudiaron el tema a fondo. Debieron hacerlo.
De continuar Álvaro Delgado en el gobierno ese avance seguirá profundizándose y tendrá un efecto positivo en la sociedad. La incógnita está en saber que pasará si gana Orsi. Seguramente el tan anunciado Congreso Educativo (a cuyas decisiones deberá someterse el gobierno si es frentista) los defenestrará.
Está claro entonces que lo que más conviene al desarrollo y crecimiento del país y al bienestar de los uruguayos, es que el pueblo vuelque su voto a un gobierno que continúe cambiando lo que hay que cambiar, como sucedió en estos cinco años. O sea, que Delgado sea el próximo gobierno.
Habrá que ver si logran persuadir a la mayoría necesaria.