Chile y la ola de derecha

La elección más importante con la que Sudamérica termina este año es la presidencial chilena. Mañana será la primera vuelta, junto con elecciones parlamentarias, y el próximo 14 de diciembre la segunda vuelta. Si como anuncian todas las encuestas la derecha tiene mucha chance de ganar, estaremos entonces ante un viraje importante hacia ese signo político en la gran mayoría del continente.

En efecto, ocurrió en este año tanto en Bolivia como en Ecuador, sumado a lo que ya había pasado en Paraguay, a la evolución propia del proceso político en Perú, y por supuesto a la más importante de todas que fue la elección presidencial argentina de noviembre de 2023: los países de la región se fueron alineando, en mayor o menor grado, con gobiernos más afines a posturas de derecha.

En todo esto siempre hay que tener, empero, cierta cautela: no son los mismos desafíos los de Ecuador que los de Bolivia, por ejemplo, y hay matices entre unos y otros gobernantes. Sin embargo, al final del día, la verdad de las cosas puede definirse a partir de un medidor bien sencillo: ¿se trata de gobiernos decididamente opositores a la dictadura de Maduro en Venezuela? Si es el caso, como ocurre con todos los países mencionados, entonces estamos ante una ola de signo más derechista que izquierdista.

El caso chileno en este sentido es interesante. Por un lado, Boric fue electo en 2021 sobre una base de reivindicaciones izquierdistas que luego incumplió. Moderó su accionar en La Moneda al punto de que muchas de sus bases se sintieron lo suficientemente traicionadas como para elegir, como representante de su campo para esta elección presidencial, a una candidata integrante del Partido Comunista.

Por otro lado, si bien esta administración Boric fue crítica de la dictadura en Venezuela, no es menos cierto que, junto al Brasil de Lula y al Uruguay de Orsi, fijó igualmente una posición crítica hacia el cambio de época regional representado particularmente por las presidencias de Milei en Argentina y de Trump en Estados Unidos.

El asunto es que para esta elección de primera vuelta de mañana lo más probable es que el campo de la derecha chilena se posicione muy bien para ganar luego el balotaje de diciembre. En primer lugar, si bien es cierto que por prohibición legal no hay encuestas de opinión publicadas en estas últimas dos semanas de campaña, las que se manejan en privado siguen dando bien posicionados a los candidatos derechistas con relación a la oficialista Jara. En segundo lugar, si bien es cierto que hay cierta incertidumbre sobre qué podrán votar esos 6 millones de chilenos menos politizados que irán a las urnas por el carácter obligatorio de los comicios -que volvió a implantarse luego de su derogación en 2012-, la verdad es que el estado de opinión trasandino es tal que difícilmente ellos se vuelquen masivamente en favor de la candidata oficialista.

En efecto, en la mayoría de los casi 16 millones de habilitados para votar hay mucho cansancio con los procesos políticos que tuvieron a la izquierda como protagonista: desde la revuelta de octubre de 2019, pasando por las reformas constitucionales fallidas, y siguiendo por reformas y promesas que no se concretaron bajo la administración Boric, es dable pensar que más del 60% de los votos mañana se inclinen por los tres candidatos que provienen del campo de la derecha, Kast, Kaiser y Matthei.

Kast contaba con cierta ventaja hasta fines de octubre según los sondeos. Pero también venía subiendo en apoyos Kaiser. Y todos reconocen en los partidos que apoyan a Matthei la existencia de cuadros de gobierno potentes que son capaces de llevar adelante una administración de reformas y de cambios en un sentido clásico de derechas: más libertad para la economía y más orden en la sociedad. En cualquier caso, si el apoyo entre los tres candidatos de primera vuelta se termina formalizando en favor del que llegue primero de ellos mañana, es claro que Chile tiene toda la perspectiva de pasar a integrar el campo de la ola de derecha de Sudamérica.

En este esquema político, se trata de un pase muy importante. Chile es una de las democracias más sólidas de la región; su nivel de ingresos per cápita es de los más altos; su grado de apertura económica es de los más grandes; y su posición estratégica en el Pacífico y como aliado de Estados Unidos siempre ha sido relevante. A fin de año, más allá de lo que ocurra con la dictadura en Venezuela, sólo quedarán junto a Uruguay alineados a la izquierda Brasil y Colombia.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar