Blindar la verdad

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No es casual que el sábado pasado dos columnistas de este diario (uno de ellos político), hayan aludido al mismo te-ma: la mentira y el relato en la política. Un par de semanas antes lo había hecho Martín Aguirre y poco después reflexionamos al respecto en otro editorial.

Uno de los que escribió este sábado fue el senador Javier García, el otro fue Aníbal Durán y para ambos su punto de partida fue el valor de la palabra. García explicó cómo la izquierda, inspirada en el pensador comunista Antonio Gramsci, estableció un relato que de verdadero no tiene nada: “el que controla las palabras, controla la realidad”. Durán dijo que “el ser humano es como una suerte de mago y por medio de las palabras puede hechizar a alguien o liberarlo del hechizo”.

En gran parte del mundo, también acá, mediante la palabra se instaló un relato que no tiene sustento. Por el contrario, se trata de pasar por real lo que es falso, por verdad lo que es mentira. No ya como el pecado venial al que desde siempre nos acostumbraron los políticos, sino como un estrategia metódica, donde la mentira es un instrumento para eliminar al adversario y para diseñar realidades que no son tales.

Llega a estas costas algo que se vio practicar sin pudor en la Argentina de los Kirchner y en la Venezuela de Chávez y Maduro. Trump llamó a esa práctica la de la “verdad alternativa”. Es decir que ante la verdad incontrastable de los hechos, está la otra, la que se inventa.

Acá empezó a verse cuando el Frente, en el llano, desplegó su arsenal para desacreditar al gobierno de la Coalición. Se fortalece ahora, con el Frente en el gobierno, cuando para justificar su inacción inventa una herencia maldita que no se sostiene en los hechos. Esta estrategia está montada sobre avances tecnológicos que ayudan a consolidarla. En un mundo donde todo pasa por las redes, es difícil discernir qué es verdad y qué no lo es.

A eso se suma el rol de un periodismo que perdió la credibilidad que gozó hasta hace poco. El llamado “periodismo militante” (una contradicción en términos) se impuso y se vincula a este fenómeno (al que hace referencia García en su columna) de una veintena de periodistas que parecían independientes y profesionales pero que ante la primera oportunidad aceptaron cargos de confianza en organismos del gobierno.

Fue tan desembozado que es lícito preguntarse si antes eran tan “independientes”. Ya había señales que algo no andaba bien. En algunas entrevistas el rigor variaba según el entrevistado y muchos tomaban información en forma acrítica, de supuestos colegas que eran operadores políticos sin escrúpulos.

Se suele decir que la mentira no resiste un archivo. Pues sí, la resiste; a nadie le importa lo que dicen los archivos. Nadie se sonroja cuando se lo desmiente porque el desmentido es vuelto a desmentir con otra mentira.

Lo de Ancap es una muestra. Si el déficit dejado fue por la detención de la producción para mantenimiento) cosa que se hace cada cinco años) y se agravó porque esa detención se prolongó más de la cuenta a causa de huelgas, es obvio que no fue deliberado. Deliberado hubiera sido retrasar un año el mantenimiento y dejarle el clavo al gobierno venidero.

El objetivo es horadar a un adversario decidido a volver al gobierno en cinco años. Con la mentira presentada como relato, se obliga a los partidos de la Coalición a ponerse a la defensiva, que es la peor manera de responder.

Esto empeorará con el tiempo y los partidos coalicionistas necesitan prepararse. Su ventaja es haber sido parte de un gobierno que hizo las cosas bien y por lo tanto su relato se apoyará en la verdad y en hechos demostrables.

Cada mentira debe ser respondida, sin duda, pero no hay que quedarse solo en eso. Hay que narrar ante seguidores y la ciudadanía la gesta que fue ese gobierno. Narrarlo con claridad y calidad, sin improvisación y sin argumentos necios y torpes, a los que varios son propensos.

Debe ser hecho con tal franqueza que poco a poco haga inútil los esfuerzos frentistas por imponer su relato. De no lograrlo, la escalada seguirá en aumento y enchastrará a todo aquel que tenga peso como para pelear el retorno al gobierno. De esa escalada no se librará el expresidente Lacalle Pou.

Es que para impedir que la Coalición vuelva, la artillería frentista necesariamente se dirigirá a su figura más popular, querida y respetada. Ante eso, la estrategia coalicionista debe lograr que la verdad se instale y quede blindada ante el relato y la mentira desatada.

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