Quizás el presidente Luis Lacalle Pou tenga razón respecto a cuan larga es la transición que va entre el día de las elecciones y la asunción del nuevo gobierno: todo diciembre, enero y febrero y si no fuera necesaria la segunda vuelta, un mes más.
Es verdad que están de por medio las fiestas de fin de año y un enero con mucha gente de licencia. Pero aún así, es un proceso largo propio de épocas en que las comunicaciones y los viajes tomaban más tiempo. En Estados Unidos, la transición es de algo más de dos meses y va entre los primeros días de noviembre cuando se vota y el 20 de enero cuando el nuevo presidente asume. En los países parlamentarios el proceso es casi automático. En el Reino Unidos, apenas el tiempo necesario para que el primer ministro saliente abandone la casa del 10 de Downing Street y se instale su sucesor. Lo único que hay que esperar, terminada la elección, es que el rey le pida al ganador que forme gobierno. Como funciona aquello del “gabinete en las sombras” de los partidos opositores, el nuevo primer ministro ya tiene su mapa de ruta establecido.
Que este período de transición se sintiera largo, puede explicarse por la cadencia que le impuso el presidente electo: cansina y sin sobresaltos. La gente no conoce bien a los futuros ministros, menos aún a las personas que ocuparán subsecretarías o las diversas direcciones. Tal vez sepa que algunos son profesores graduados del IPA o jerarcas intermedios de la Intendencia. Pero no mucho más. Se difunde poco sobre lo que piensan o cuales son sus planes. Sabemos más de Gabriel Oddone porque fue designado en plena campaña. Suele hacer declaraciones, aunque muchas son luego refutadas por otros dirigentes frentistas. Lo cual solo causa incertidumbre.
Uno de los primeros nombres dados a conocer fue el del futuro canciller Mario Lubetkin. Pero como tenía un alto cargo en la FAO y no podía dejarlo, durante un tiempo tuvimos canciller designado con posturas desconocidas. Su puesto en la FAO, si bien destacado, no era uno en el que desplegaba su visión sobre la política exterior uruguaya. Ahora empezó a hablar y dijo que había que darle importancia a la Celac. ¿A la Celac? ¿Acaso es realmente relevante respecto a cómo debe ubicarse Uruguay ante el mundo?
En Salud Pública hace más ruido el futuro subsecretario que la propia ministra Cristina Lustemberg. Leonel Briozzo fue determinante en que hay que avanzar más con la legalización del aborto, pues eso traerá “felicidad”. Más allá de si se está o no de acuerdo con el aborto, no es un tema que en su esencia se defina por la felicidad que provoca.
Yamandú Orsi dice que seguirá viviendo en Salinas. Los presidentes frentistas optaron todos por no mudarse a la residencia presidencial de la avenida Suárez. La decisión parecerá popular y una muestra de “cuan sencillos somos”, pero al final es complicada y costosa porque exige instalar en cada vivienda, un sofisticado sistema de comunicaciones y rodearla de un complejo perímetro de alta seguridad. Eso ocurrió con Vázquez y Mujica y sucederá con Orsi. Suárez ya cuenta con todos eso y por lo tanto es razonable que un presidente se instalé ahí. Funciona un perímetro de seguridad y están establecidas todas las conexiones de comunicación que un presidente necesita y hay, además del espacio para su residencia personal, lugares para funciones protocolares. Y lo más importante: no molesta a sus vecinos. Quedarse en el barrio afecta y altera el ritmo del vecindario.
La decisión entonces, parecerá demagógica y simpática, pero genera más problemas de los que resuelve.
Si se habla de una transición sin gracia, más sin gracia es el proceso frentista para designar sus tres candidatos a intendente de Montevideo. Sobran aspirantes pero el límite es tres y no se deciden cuales deben quedar. Por eso pasaron la discusión al Plenario.
Llama la atención que tantas personas (algunas conocidas solo por ellos) aspiren a ser Intendente capitalino en un momento de absoluto desgaste. Montevideo da pena.
Todos repiten que cuidarán la limpieza y el transporte público. Si no lo hicieron en estas más de tres décadas, ¿porque creerles?
Ante este abúlico clima, la gente termina dándole la razón al presidente Lacalle Pou: la transición ha sido demasiado larga. Al no haber una clara idea de cómo será ese gobierno (ni siquiera en la campaña hubo propuestas definidas), lo que el país espera es que este empiece a trabajar y así finalmente saber de que se trata.
Mientras tanto, queda una espera que se hace larga.