El Ciudadano | Montevideo
@|Uruguay, país pequeño, próspero y agroexportador, tiene todas las condiciones objetivas para alcanzar el equilibrio fiscal.
Sin embargo, lo impide una cultura política dominada por el paternalismo estatista y la presión de colectivos menores que exigen derechos sin contrapartidas, alimentados por una burocracia insaciable que gobierna y una oposición conservadora e infectada por la ideología Woke, que prefiere la tibieza a la confrontación.
Con el Presupuesto en tratamiento del Parlamento, la regla es gastar primero y buscar después quién paga; hoy con más impuestos, mañana con deuda. Este ciclo vicioso solo se sostiene mientras los ciudadanos aceptemos en silencio que nos desangren.
El déficit cero no es una utopía técnica, es una decisión política que requiere voluntad colectiva. Solo una ciudadanía activa, organizada y exigente puede obligar al sistema a cambiar el rumbo. Para hacerlo realidad hay que complementar la democracia representativa con mecanismos de participación directa que impongan disciplina fiscal y responsabilidad.
Si seguimos callados, el quiebre del Estado y el estallido social serán la factura. La alternativa es simple: asociarnos, alzar la voz y forzar los superávit que permitan el crecimiento del país, de sus ciudadanos y la economía, sin hipotecar el futuro.