Roberto AlfonsoAzcona | Montevideo
@|El sistema de puntos como reflejo del Uruguay tutelado.
Cuando un gobierno se siente incapaz de educar, formar o inspirar, elige castigar. Y como si no alcanzara con una batería de multas, radares ocultos y burocracia ineficiente, ahora se nos presenta con entusiasmo el nuevo dogma de la “libreta por puntos”.
Una idea reciclada de otros países, pero mal adaptada y peligrosamente utilizada como coartada para profundizar un modelo de control social.
Porque no nos engañemos: esto no es educación vial, es represión disfrazada de responsabilidad. Es un modelo que cree que el ciudadano solo aprende cuando lo golpean con el garrote del Estado.
¿Educación o castigo?
UNASEV y el Poder Ejecutivo nos venden la “libreta por puntos” como un cambio cultural. Pero el cambio cultural no se impone desde un decreto ni desde una tablilla con puntos: se construye con educación real, exigencia, inspección efectiva y responsabilidad individual.
Mientras tanto, seguimos sacando libretas con exámenes teóricos que parecen escritos por humoristas y prácticas de conducción donde nadie fiscaliza nada. Con esa base podrida, el sistema de puntos no es más que una trampa para el ciudadano común: una forma de apretarlo cuando el Estado ha fallado en su deber educativo.
Desigualdad encubierta.
¿Y quién paga los platos rotos? El trabajador, el comerciante, el repartidor, el padre o madre que necesita el vehículo para sostener a su familia. Porque en la práctica, quien tiene dinero puede evadir multas, pagar cursos y seguir manejando.
El que no, queda a pie. Castigado. Suspendido. Arrastrado por un sistema más preocupado en recaudar que en educar.
Así, el sistema de puntos no corrige conductas, penaliza condiciones sociales.
Un verdadero liberal no puede mirar hacia otro lado cuando un modelo de control estatal castiga al individuo por no tener los medios para defenderse.
¿Y en el mundo?
En países como España o Italia, donde este modelo rige, ha sido severamente cuestionado.
En Francia, se estima que el sistema de puntos ha contribuido a un “mercado negro” de venta de puntos y manipulaciones burocráticas.
En Alemania, pese a su aplicación, las tasas de accidentes no disminuyeron de forma significativa, al contrario de lo que se lograba con programas escolares y campañas dirigidas a la responsabilidad vial.
En Chile, se dio marcha atrás con muchos aspectos del sistema por los costos operativos y los abusos administrativos.
Entonces cabe preguntarse: ¿por qué copiamos lo peor de afuera en lugar de lo que funciona? ¿Cuál es la alternativa liberal? Un liberal cree en el poder transformador de la responsabilidad personal y la educación, no en la vigilancia del Estado. Por eso, la respuesta no puede ser más represión, sino más exigencia, más formación y más libertad con responsabilidad.
Licencias con exámenes rigurosos y presenciales. Cursos de seguridad vial obligatorios desde la Secundaria. Premios reales para quienes manejan correctamente: descuentos, reconocimiento, prioridad. Uso de tecnología para prevenir, no solo para sancionar.
La libertad no es libertinaje, como repite el progresismo. La libertad es hacerse cargo. Pero para eso el Estado debe formar, no vigilar. Educar, no castigar. Estimular, no perseguir.
¿Hacia qué país vamos?
Este sistema de puntos es un paso más en la lógica del Uruguay vigilado, infantilizado y tutelado. Un país donde el Estado no confía en sus ciudadanos, porque ha dejado de educarlos y prefiere controlarlos.
Desde esta visión liberal, alzamos la voz para decir basta.
Basta de castigar al que trabaja, al que necesita moverse, al que no puede pagar privilegios.
Basta de creer que más Estado es más seguridad. Es, simplemente, menos libertad.