José Pedro Traibel Oribe | Montevideo
@|Y la zona de confort como verdadero enemigo.
La crisis que se suscitó en M24 y que atraviesan muchos medios de comunicación desde hace años, no se explica por la “falta de solidaridad de izquierda”, sino por una realidad del mercado.
Las tecnologías “cambian, avanzan” y con ello las formas que tiene el comercio de llegar a sus clientes con la irrupción de nuevas plataformas digitales que diversifican las opciones publicitarias. Instagram, TikTok, WhatsApp y un sinfín de herramientas que permiten a marcas y emprendedores llegar directamente a sus audiencias con una eficiencia imposible de igualar por los modelos tradicionales.
El ejemplo más claro de explosión comercial de mercado y promoción ha sido Temu. Llega al cliente con algoritmos que logran identificar por tendencias los gustos y predilecciones del cliente. No solo eso sino que aplican una persistencia en las ofertas y descuentos que convencen por perseverancia. Pero el problema de fondo no es tecnológico, no es Temu y sus tecnologías.
No frenamos la corriente tecnológica con impuestos, barreras legales o solidaridad de izquierda. La verdadera solución está en que nosotros debemos avanzar y dar un salto desde nuestra “zona de confort” hacia una diferente que nos permita adaptarnos a la realidad cambiante y seguir sobreviviendo. El tema es humano y no tecnológico.
No busquemos culpables o generemos la “crisis del periodismo” o que está en jaque su existencia, sino la resistencia de las instituciones a aceptar que los tiempos han cambiado. El verdadero enemigo no son los algoritmos, sino la dificultad de abandonar la zona de confort.
Históricamente, cada avance técnico transformó profesiones enteras. El portero, el ascensorista, el telefonista, en el ómnibus el guarda no desapareció por algún acto de injusticia, sino porque la tecnología volvió innecesarias funciones que parecían permanentes.
La clave nunca estuvo en culpar al progreso, sino en encontrar nuevas formas de aportar valor.
En el mundo de los medios, sin embargo, persiste la ilusión de que los modelos del pasado pueden revivir si se los protege lo suficiente. Algunos incluso apelan a legislación que los proteja, a la idea de “solidaridad” como tabla de salvación, confundiendo apoyo circunstancial con sostenibilidad real. Pero la solidaridad, la política, o la simpatía no son un modelo de negocios porque jamás reemplaza la necesidad estructural de adaptarse.
El mercado no funciona por afinidad, solidaridad, funciona porque el cliente (fin último del mercado) elige calidad, precio y eficiencia; ¿y eso es lo que le otorgan las nuevas tecnologías aplicadas?
El error fatal ha sido negar la realidad. Sostener que la audiencia “debería” comportarse de una manera distinta no cambia la manera en que efectivamente se comporta. Criticar al mercado por no sostener lo insostenible no lo hará más indulgente. Y confiar en apoyos externos no es estrategia: es dependencia.
A diferencia de otros rubros donde la automatización elimina tareas mecánicas, en el periodismo el valor central y la función principal de un periodista que es informar sobre hechos de interés público de manera veraz, constatada y ética, continúa inamovible.
Para lograrlo, el periodista investiga, selecciona, redacta, analiza y difunde la información a través de diversos medios como prensa, radio, televisión, o plataformas digitales, que es lo que la dinámica tecnológica ha cambiado y debe adaptarse.
Lo que debe cambiar es su modo de financiarse y distribuirse. Y los caminos ya existen, han sido probados y funcionan:
- Modelos de membresía como el “Club El País”, “Búsqueda”, “El Observador” y comunidades comprometidas, como los de medios que sostienen redacciones enteras con lectores y no con anunciantes.
- Contenidos premium por “Streaming” y especializados, que ofrecen profundidad y análisis a nichos dispuestos a pagar por calidad.
- Eventos, conferencias y experiencias, que transforman la marca en un espacio de encuentro.
- Alianzas comerciales inteligentes, basadas en credibilidad y segmentación.
- Formatos audiovisuales y multiplataforma, que conectan con nuevas generaciones de consumo digital.
- Micro-medios independientes, más pequeños pero más eficientes, que viven de su especialización y no de estructuras gigantescas.
Todo esto requiere una decisión incómoda; abandonar la zona de confort. Dejar atrás el relato de la victimización. Aceptar que el mundo cambió y que no hay atajos sentimentales para evitar el esfuerzo.
El futuro no será para quien se aferre a la nostalgia, sino para quien tenga el coraje de transformarse.
Para finalizar y a modo de opinión, la tecnología no destruye a los medios, destruye a quienes se niegan a evolucionar.
La zona de confort no es refugio: es trampa.
El verdadero salto no es técnico, es cultural.