Kurt Hirsch | Montevideo
@|Después del atardecer...
Al principio pensé que era una falla. Abrí la aplicación una noche para pedir comida, nada especial, solo algo para llenar el estómago. Pero en lugar de mostrarme opciones de entrega, la app solo me dio una opción: recoger en el local. Cada restaurante o almacén decía lo mismo: sin entregas disponibles, aunque los locales estuvieran abiertos. No estaba lejos. No pedía nada exagerado. Simplemente vivía en el “barrio equivocado”… y ya se había hecho de noche. Lo intenté de nuevo la noche siguiente. El mismo resultado. Sin entregas. Sin explicación. Mientras tanto, en otras partes de Montevideo, el servicio de delivery seguía funcionando hasta tarde.
Fue entonces cuando me di cuenta: no era una falla. En ciertos barrios, especialmente después del atardecer, no se entregan pedidos. La app sabe exactamente dónde estás y a veces, ese es el problema. Las personas que viven en zonas estigmatizadas o de bajos recursos quedan silenciosamente excluidas del sistema, sin previo aviso. En mi caso fue comida. En otros casos pueden ser víveres, artículos para bebés u otras necesidades básicas. Sectores enteros de la ciudad quedan bloqueados según su ubicación justo cuando la gente más podría necesitar ayuda.
Y no solo pasa aquí. En redes sociales y foros, residentes de ciudades como Buenos Aires, Lima, Bogotá y Santiago han reportado el mismo patrón: después del atardecer las opciones de delivery desaparecen dependiendo de tu dirección. Incluso repartidores han contado que se les desalienta o directamente se les impide aceptar entregas en ciertos barrios por la noche. Estas decisiones rara vez se explican y nunca se hacen públicas. Las personas más afectadas, las que no pueden esperar, quedan desamparadas. Esto es discriminación digital, y está ocurriendo de forma silenciosa, invisible y sin rendición de cuentas.
Alguien en el gobierno (local, regional o nacional) debe investigar esto. Las empresas que brindan esos servicios deberían estar obligados a divulgar sus límites de entrega, incluyendo cuándo y por qué se restringe el servicio. El público tiene derecho a saber dónde se detiene el servicio y porqué. La transparencia no debería ser opcional.
Cuando los bienes esenciales quedan detrás de algoritmos silenciosos, no se trata solo de una incomodidad, es una exclusión.