ACUPI 2023 | Montevideo
@|Se movía de un lado a otro, caminaba y repetía consignas ensayadas, intervenidas, pulidas y entonadas; unas gotas brillaban como perlas transparentes sobre su abultada melena. Afuera, el público rugía, se agolpaba tras las improvisadas barricadas. La tensión crecía como cuando una estrella de rock sale a escena con su guitarra en mano y su canción más escuchada.
Me he puesto a pensar en estos días que desde Rosas al presente, para tener éxito en Argentina, hay que tener patillas. Sandro, Cacho Castaña, Menem y tantos otros.
Es un país que valora y consume exageradas patillas. Cuan salvadores del pasado montados en corceles blancos, sensibles, viscerales, alocados e irreverentes, salen a la venta y son arrasados por ávidos consumidores que aman y reivindican su sabor exageradamente dulce a soluciones mágicas y “seguras”.
La razón es su razón, la defensa, su defensa y el fanatismo se convierte en ley.
Nublados por completo ante cualquier posibilidad de análisis crítico. Lo ahíjan, se vuelve parte, ingresa en su torrente sanguíneo y ya nada importa o preocupa porque su palabra es inevitablemente sabia.
El sabor agridulce del peligro al desborde autoritario, corta por instantes la lisonja de las promesas de esperanza y fe.
Es el país del escenario, del espectáculo, es el país que cada uno inventa, vive y salva a su impropia manera.
No se escuchan allí propuestas convencionales de efectividad probada a largo plazo. Y si las hay, allí quedan, como teloneras del espectáculo principal o detrás simplemente de la canción de turno. Esa que mueve, que agolpa, que late, que es locamente mágica y suena ya, ahora.
La lógica argentina es irreverente, no claudica en razones, no explica, enardece.
El país de Maradona, Gardel y Perón, la tierra de Evita, Mirta, Susana y Moria, el reducto sagrado de Sofovich y Tinelli sigue de farra, sigue de fiesta, sigue caminando hacia el vacío vestido con sus mejores galas y enarbolado como nunca y como siempre en un par de lustrosas patillas.
Dios salve a Argentina.