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La esclavitud moderna

El Ciudadano | Montevideo
@|La libertad en la era de los celulares y las redes.

Todos crecimos oyendo que la libertad es lo más valioso que tiene una persona. Y cuando llegó Internet, muchos pensamos, “¡Por fin! Ahora sí somos libres de verdad”. Cualquiera podía escribir lo que quisiera, ver lo que le diera la gana y hablar con gente del otro lado del mundo sin pedir permiso a nadie; parecía el paraíso, pero han pasado unos años y la cosa cambió.

Hoy puedes abrir TikTok o X y publicar lo que se te ocurra… pero no mandas tú. Manda un algoritmo que decide si tu mensaje lo ve medio mundo o lo entierra para siempre.

Cinco empresas gigantes (las que tienen Facebook, Instagram, YouTube, Google y TikTok) son las que realmente deciden qué se ve y qué no; eso es más poder que el que tenía cualquier dictador con sus periódicos y sus canales de televisión.

Además, todo lo que haces queda grabado; a dónde vas, cuánto tiempo miras un video, con quién hablas. Esa información se usa para venderte cosas… y también para manipular lo que piensas y cómo votas. Hemos pasado de “nadie me controla” a “todo el mundo sabe todo de mí”.

Y cuando la gente se enoja y sale a protestar en las redes, a veces termina más dividida que unida.

Cada uno vive en su burbuja, unos solo ven noticias de izquierda, otros solo de derecha, y ya nadie coincide en qué es verdad y qué es mentira, es como gritar todos al mismo tiempo en una plaza, pero nadie escucha al otro.

¿Entonces ya perdimos la libertad?

No todavía, pero tenemos que hacer algo rápido.

Las grandes plataformas deben ser más transparentes, que sepamos cómo deciden qué mostrar y qué esconder.

Tiene que haber reglas claras, como las que ya está poniendo Europa, para que no puedan censurar o amplificar lo que les convenga a ellos o a los gobiernos.

Necesitamos redes que no sean propiedad de una sola empresa, donde podamos cambiar de sitio llevándonos a nuestros amigos y seguidores (como cambias de banco llevando tu plata).

Y lo más importante, aprender a usar estas herramientas sin que ellas nos usen a nosotros, enseñar en la escuela y en casa a dudar, a chequear, a hablar sin insultar y a escuchar al que piensa distinto.

La libertad no se acabó; solo se hizo más difícil; ahora no alcanza con tener un celular en la mano, hay que pelearla todos los días con cabeza fría y corazón caliente.

Porque si no la cuidamos entre todos, un día nos vamos a despertar y vamos a descubrir que éramos libres… solo en la teoría.

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