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La educación sexual que se viene...

M. Lourdes González | Médica Ginecóloga/ Esp. Bioética y DDHH (R)
@|Tranquilos todos, no se viene nada nuevo. Desde que se creó el Programa de Educación Sexual/PES en el año 2008, los sucesivos gobiernos fueron incorporando la “nueva agenda de derechos” a lo largo de toda la trayectoria educativa formal, eliminándose prácticamente el abordaje de la pubertad y del desarrollo sexual.

No es nuevo, desde siempre existió una tensión entre la perspectiva biológica y su enfoque desde otros puntos de vista tales como el psicológico, el antropológico, cultural etc. Se habla de evitar la “biologización” de la educación de la sexualidad, a la vez de postular la ausencia de todo juicio de valor y pretender anular el componente biológico y moral, llevándolo todo a un plano de supuestos derechos.

No son todos “derechos humanos” lo proclamado en tratados y declaraciones internacionales, no se autovalidan en términos morales.

La Comisión de Educación Sexual Integral recientemente creada en la órbita de la División de Derechos Humanos de la ANEP, tiene como cometido revisar, actualizar los contenidos existentes; les llevó todo el año 2025 conformarse, así que con seguridad pasará la siesta estival y tal vez a partir del último ciclista conozcamos el programa que implementarán.

Ya nos han dado titulares, proponen una educación sexual, que consideran “integral’’ que incluya la autodeterminación, la perspectiva de género y la aceptación de la diversidad en todas las etapas del desarrollo, por mencionar algunos tópicos.

Cabe destacar que bastante antes del 2008 (desde la década del 80) ya se estaban desarrollando programas de educación sexual a nivel nacional en la educación formal, no formal e informal pública de gestión privada y para “colmo de males” confesional. Podríamos llamarla también “integral”, porque incluía la participación de la familia y la comunidad, podríamos llamarla “integral” también porque propendía a la toma de conciencia y a la responsabilidad conforme la edad del niño o adolescente.

A grandes rasgos coincidimos con la definición de la OMS (2023) quien considera que: “la educación sexual dota a los niños y jóvenes de los conocimientos, habilidades, actitudes y valores que les ayudarán a proteger su salud, desarrollar relaciones sociales y sexuales respetuosas, tomar decisiones responsables, comprender y proteger los derechos de los demás”.

Uno de los grandes desafíos es abordar la educación sexual respetando a cada niña/o y adolescente en su singularidad, y a cada familia en sus valoraciones acerca de la sexualidad, siempre en el marco de los derechos humanos (los verdaderos), mínimo moral común exigible para la convivencia en sociedad.

Nada de eso encontramos en el avance de la propuesta de esta Comisión, que repite la necesidad de una educación sexual integral con perspectiva de derechos, género, diversidad e interseccionalidad, todo bajo la dirección técnica del Fondo de Población de las Naciones Unidas/UNPFA, de larga y sesgada trayectoria en la temática.

Finalmente, a los mismos coordinadores de la renovada Educación Sexual les preocupa la falta de formación de los docentes, reconociendo que la ANEP está en un debe en la materia; de todos modos, el encare será “igualitario y plural”, según ellos.

Si como pluralismo se entiende una variedad de enfoques, tanto teóricos como prácticos, que reconocen la existencia de múltiples perspectivas, culturas o grupos, permítanme dudar que se respeten enfoques diferentes; todo hace pensar que vamos de mal en peor.

Se critica el enfoque biologicista, como “reduccionista” que ignora otras dimensiones de la persona. Afirmación que no es cierta, basta con analizar las propuestas educativas que tienen más de 50 años en nuestro país, en las que se aborda además de la dimensión corporal, la afectiva, social y trascendente del ser humano en desarrollo.

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