Juan Pedro Arocena | Montevideo
@|La posibilidad de reiterar los asaltos armados al poder democrático legalmente instituido no aparece en el horizonte. Ni por la extrema izquierda ni por la derecha. Sin embargo, la democracia y el estado de derecho vuelven a estar en peligro de la mano de una estrategia distinta. La nueva estrategia no enfrenta, corroe. Siempre de la mano de la ingeniería social que obra en algunas cabezas pretendidamente iluminadas, han tomado cuerpo en la conciencia social principios antidemocráticos y contrarios a la libertad. Y esto ya afecta a los poderes del Estado.
El ordenamiento jurídico liberal ya no discrimina a la mujer, ni a la diversidad de orientaciones sexuales, ni a las minorías étnicas. Si a ese respecto subsiste algún rezago en nuestras sociedades, su origen es cultural, no jurídico. Y los rezagos culturales deberían combatirse con educación y no exacerbando al derecho, que ya hizo su evolución y modificó lo que había que modificar. Toda vez que se quiere atacar una rémora cultural a través de normas jurídicas se corre el peligro de violentar el principio básico de las sociedades liberales que consiste en la libertad individual.
Como elector soy libre de elegir varones y mujeres que me representen sin limitaciones ni cupos de ninguna índole, porque no hay ningún poder superior que esté legitimado para coartar mi libertad o imponerle a ella cauces o cotas. Combatir una rémora cultural está bien, pero no a prepo. Como acusado debo conocer la identidad de mis acusadores, porque de lo contrario se lesionan bienes jurídicos superiores, como los son el derecho a la defensa y la presunción de inocencia que ampara al acusado.
Si se instituye la denuncia anónima y ella trae consigo consecuencias jurídicas sobre el denunciado, estaremos más cerca del fascismo. Como comerciante soy libre de vender talles generales o específicos. Soy libre de vender artículos para hombres, mujeres, niños, gordos, enanos, gigantes o lisiados. ¿Cómo es posible que por la cabeza de un legislador democráticamente electo pase siquiera la imaginación de un texto legal que lesiona la más elemental libertad de comercio?
Podríamos seguir con tantísimos ejemplos, pero por un tema de espacio debo concluir. Las armas de fuego que hace décadas se levantaron contra la democracia se han transformado en ideas hegemónicas antidemocráticas. A largo plazo parecen ser más efectivas.