El Ciudadano | Montevideo
@|La política de la cobardía fiscal.
En Uruguay, cada año el Parlamento discute la Rendición de Cuentas. Y cada año, el resultado es el mismo: más gasto, más deuda, ninguna reforma. Esta vez no fue la excepción.
El Estado aumentará su endeudamiento en más de mil millones de dólares. Se agregan gastos para ASSE, para el Ministerio de Transporte, para pagar medicamentos ordenados por la Justicia y deudas viejas mal gestionadas. ¿Y de dónde saldrá el dinero? De nuestros bolsillos o del futuro de nuestros hijos.
La pregunta es simple: ¿por qué nadie propone recortar nada? ¿Por qué, si el Estado ya gasta más de 20 mil millones de dólares al año, no se puede ajustar en otra parte?
Porque en Uruguay el gasto es sagrado, y la cobardía fiscal es política de Estado. Nadie se atreve a tocar el despilfarro. Porque es más fácil seguir endeudándose que enfrentar a sindicatos, gremios, burócratas o Intendencias. Porque siempre hay una excusa para gastar más, y nunca el coraje de gastar mejor.
No hay evaluación real del gasto. No hay auditorías. No hay premios a la eficiencia ni castigo al derroche. Solo hay reparto, acomodos y promesas vacías. Y mientras tanto, la clase media trabaja, paga y calla.
Y más aún: es la producción nacional la que sostiene este despilfarro. Es el productor, el comerciante, el emprendedor, el trabajador independiente. Todos los que se levantan temprano, pagan impuestos y enfrentan trabas burocráticas para sacar al país adelante. A ellos se les ahoga con impuestos, mientras el Estado sigue gastando sin control ni vergüenza.
Es hora de decirlo claro: si el Estado quiere gastar más, tiene que ahorrar en otro lado. No se puede vivir de crédito eterno. No podemos tener un país estancado con un Estado obeso y complaciente.
Nosotros no proponemos dejar a nadie tirado. Pero sí exigimos austeridad, orden y responsabilidad. Gobernar no es regalar. Gobernar es administrar. Porque el futuro no se paga con deuda. Se paga con coraje.
No estoy en el Parlamento ni dependo de cúpulas ni partidos. Como liberal independiente, le propongo directamente al ciudadano libre, al verdadero soberano, una salida simple y valiente: que cada nuevo gasto público esté acompañado de una reducción equivalente en otro sector del Estado.
Que se eliminen los gastos inútiles, los acomodos políticos y los privilegios disfrazados de derechos.
Que se entienda de una vez por todas que un país no progresa por gastar más, sino por gastar bien.
No hacen falta más oficinas, ni más cargos, ni más “consejos asesores”. Hace falta decisión, coraje y sentido común.
El cambio que Uruguay necesita no vendrá de quienes llevan décadas repartiéndose el Estado. Vendrá de los que se atreven a decir lo que nadie quiere escuchar.
Uruguay puede vivir mejor. Y ese cambio empieza por animarse.