El Ciudadano | Montevideo
@|Frente al Estado bufón.
Para mí, el Estado no es un gran televisor ni un buffet de dádivas, es la columna vertebral que sostiene la libertad de cada ciudadano. Creo que su función esencial es construir las condiciones para vivir sin miedo, sin clientelismo y con oportunidades reales; un Estado que no cumple con eso se convierte en refugio de privilegios y fiesta de obediencias.
En mi mirada, el Estado liberal se sostiene en tres áreas irrenunciables.
- Seguridad: que ningún ciudadano quede desamparado ni viva con miedo ante el caos delictivo, y que ningún delincuente sienta impunidad.
- Justicia: asegurar que la ley sea rápida, independiente y transparente, sin teatros ni venganzas.
- Infraestructura: invertir en caminos, puertos, energía y conectividad para que trabajar y producir no sean actos heroicos, sino cotidianos.
Si alguna de estas áreas falla, el ciudadano deja de ser libre y pasa a depender de la discrecionalidad del poder, por eso, no basta con proclamar un “Estado mínimo”: hace falta un Estado efectivo en estos frentes.
Hoy veo un modelo opuesto al que defiendo; el Estado del pan y circo, ese Estado distrae con espectáculos y subsidios para encerrar al ciudadano en una tribuna de aplausos; no es solidaridad, es clientelismo; no es cultura, es entretenimiento comprado y, sobre todo, no construye nada más que votos.
Para revertirlo, propongo que Uruguay potencie solo los ministerios que producen libertad y prosperidad
- Obras Públicas, Transporte, Energía, Agroindustria, Conectividad.
Y que elimine o reduzca los que solo reparten cargos, prebendas o burocracia inútil. Además, sostengo que el Estado debe:
- Garantizar sistemas mixtos de salud y educación con verdadera libertad de elección.
- Crear las condiciones necesarias y suficientes para el desarrollo individual, sin tutelas ni adoctrinamientos.
- Proteger la libre competencia con reglas claras, sin regulaciones distorsionantes ni favores a incondicionales.
No podemos quedar atrapados en la polarización de una izquierda progresista estatista y una oposición conservadora contemplativa; esa disputa binaria nos deja sin iniciativas reales y alimenta la frustración del ciudadano que busca soluciones prácticas; proponemos una tercera vía liberal, activa, pragmática y creativa, que rompa con los viejos esquemas y construya puentes entre la libertad individual y el bien común.
Para mí, el verdadero liberalismo no reparte caramelos, construye ciudadanía, pavimenta caminos y garantiza jueces imparciales; el Estado arquitecto edifica libertad; el Estado bufón solo monta un espectáculo con plata ajena.
Estoy convencido de que la política y quienes la ejercen tienen como primera obligación crear la felicidad del ciudadano, garantizar su libertad individual y ofrecer la certeza de que el Estado nunca lo abandonará, porque existe para servirle.