Roberto Alfonso Ascona | Montevideo
@|Campo uruguayo, hoy no te escribo como espectador ni como burócrata, te hablo como ciudadano que reconoce tu valor, tu temple y tu derecho a crecer sin pedir permiso; porque mientras otros te ven como paisaje, yo te reconozco como columna vertebral de la República.
Sos trabajo, riesgo, inversión y cultura y sin embargo, el gobierno del Frente Amplio ha optado por regularte, limitarte y desconfiar de vos.
El artículo 248 del presupuesto, que declara “de interés nacional” el campo natural, no te protege: te encierra, te impone un observatorio que vigila más que apoya, y convierte tu experiencia en sospecha. Es una política que, bajo el disfraz ecológico, instala una lógica de tutela estatal que paraliza la innovación y castiga la eficiencia.
La concentración frigorífica avanza sin freno, un puñado de empresas impone precios, reduce márgenes y debilita tu poder de negociación; el gobierno mira para otro lado, mientras vos enfrentás un mercado cada vez menos libre.
¿Dónde está la defensa de la competencia? ¿Dónde está el compromiso con la pluralidad productiva?
Y cuando se limitan tus exportaciones en nombre de una “seguridad alimentaria” mal definida, no se protege al consumidor, se castiga al productor. Cada veto es un disparo en tu pie, cada restricción una señal de que el Estado no confía en tu capacidad de decidir; el Frente Amplio, que se proclama defensor de los trabajadores, olvida que el productor rural también trabaja, arriesga y sostiene al país.
El precio del gasoil, fijado sin transparencia, y el IVA que solo algunos pueden deducir, son parte de un sistema que subsidia la ciudad a costa del campo. Pagás más, recibís menos, y aún así te exigen que sostengas el país, es el viejo reflejo estatista, cargar al que produce para sostener al que administra.
Yo no vengo a consolarte, vengo a decirte que es hora de cambiar las reglas. Propongo restaurar la transparencia en los combustibles, liberar el comercio exterior sin trabas, limitar la concentración frigorífica y transformar el Instituto de Colonización en un motor de proyectos productivos, no en un acaparador de tierras; propongo que el campo sea protagonista, no rehén.
Campo, vos sabés cuándo la tierra está lista y yo sé que este país necesita tu fuerza, tu conocimiento y tu libertad; por eso, hoy cierro esta carta con un gesto simbólico, alzo en alto una pala de hierro forjado, herramienta humilde y ancestral del labrador, con mi firma grabada en el mango.
Que ese símbolo nos recuerde que el liderazgo no se ejerce desde escritorios, sino desde el barro, que arar la tierra es también arar el futuro y que estoy acá, como un líder de opinión, para remover obstáculos, sembrar propuestas y custodiar tu derecho a producir.
Arar sin ataduras, el campo merece libertad para producir, respeto para crecer y reglas claras para florecer. Porque si al campo le va bien, al Uruguay entero le va bien.