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Calle Cero

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|El liberalismo no abandona, libera.

Durante décadas, el Estado ha sido cómplice de una mentira: dice asistir a los más vulnerables mientras los deja tirados en la calle. Bajo cartones, entre bolsas y desesperanza, hombres y mujeres sobreviven sin horizonte. El progresismo se golpea el pecho, gasta millones en burocracia y subsidios ineficaces, mientras el problema crece. Porque mantener la pobreza les garantiza discurso y poder. Pero desde el liberalismo, hay otra respuesta: una solución real, firme, y profundamente humana.

Libertad y responsabilidad, no abandono. Proponemos el Programa Nacional Calle Cero, una estrategia de reinserción que parte de un principio claro: cada persona tiene valor, y cada vida puede reconstruirse. Pero también: no hay derechos sin deberes, ni libertad sin límites.

Se ofrece formación rápida, trabajo digno y alojamiento transitorio con reglas claras. Se articula un ecosistema de oportunidades con participación privada, ONG y redes comunitarias. La reintegración se basa en responsabilidad individual: se termina la cultura de la víctima eterna.

¿Y los que se niegan? Aquí debemos ser claros. En una sociedad libre, nadie puede elegir vivir en la calle si esa decisión degrada la convivencia, la seguridad, la salud pública y la vida en comunidad. A quienes se nieguen sistemáticamente a trabajar, a capacitarse o a convivir en espacios comunes, proponemos una medida firme y definitiva. Internación obligatoria en granjas comunales, gestionadas por equipos multidisciplinarios. Allí se abordará cada situación desde sus raíces: adicciones, trastornos, traumas, dependencia o abandono. No se trata de castigo, sino de contención estructurada, con un solo objetivo: recuperar al individuo y prepararlo para reinsertarse plenamente en la sociedad.

La libertad tiene un marco. Muchos hablarán de “derechos”, de “libre elección”, de “autonomía personal”. Pero la verdad es otra: la libertad no es absoluta. Tiene un marco: la libertad de los otros. La paz y el orden de la comunidad. El derecho de los trabajadores, estudiantes, jubilados y comerciantes a vivir sin miedo, sin suciedad, sin calles tomadas por la desesperación.

Una sociedad que se dice libre no puede seguir naturalizando la miseria. Y no puede seguir renunciando al orden por miedo al qué dirán. El fin de la complicidad. El progresismo ha hecho de la calle una causa que no quiere resolver. Porque resolverla implicaría renunciar a su relato de exclusión perpetua, su industria de subsidios, sus contratos para amigos.

Calle Cero no es asistencialismo. Es transformación. Es el fin del abandono y el principio de una nueva ética social: la de la libertad con responsabilidad, la dignidad con exigencia, la inclusión real con compromiso mutuo.

No aceptamos que vivir tirado en la calle sea un derecho. El verdadero derecho es levantarse, reconstruirse y volver a vivir con dignidad.

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