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40 años después

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@|Fue un día distinto. El día antes había bajado de un avión que me devolvía de un par de semanas de ajetreados viajes a Panamá y Lima, donde había asistido a reuniones políticas por mis funciones en este país víctima de la dictadura.

Había puesto como condición para asistir que pudiera estar para votar aquel 30 de noviembre, y por supuesto por el No.

En ambas reuniones defendí el triunfo del No y obtuve más que miradas que ponían en duda mi visión política y buen juicio.

Todo el mundo estaba impactado por el triunfo de Pinochet en su intento de legitimar su dictadura y creía que mi opinión era chauvinista o por lo menos ingenua.

Antes de partir a ese viaje y en la discusión de las posiciones a defender en esas reuniones, había sostenido la misma posición. Más aún, había apostado un asado para 17 compañeros que habían estado presentes en esa previa.

Entre los primeros días de diciembre, recibí varios llamados de felicitación de quienes estuvieran presentes en aquellas reuniones del exterior, por mi vaticinio, que se había transformado casi en exacto en los porcentajes que había formulado. Eso aumentó mi crédito exterior.

Pero lo mejor de todo fue el asado que festejamos entre los 17 de la apuesta, todos compatriotas y compañeros. Tampoco la mayoría había creído en mi pronóstico.

Hace 40 años. Los pocos que nos quedamos en esta tierra empeñados en retornar a la democracia fuimos capaces de convencer a un pueblo del camino a seguir. Ese sentimiento compartido sigue siendo muy valioso y motiva que mis pasos cansados no se agoten y mantengan el mismo apego y la misma razón para actuar.

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