La vivienda por sus características, representa un bien que ocupa un lugar relevante en las preocupaciones de la población, pues constituye un bien primario de defensa contra los rigores climáticos; un bien de intercambio social; un bien de uso y desarrollo familiar; un bien que aspira ser de mejoramiento de los estándares sociales; un bien que ayuda a la salud y educación de la familia (hemos abundado mucho al respecto en otros editoriales); un bien de inversión durable y transable, sustancialmente el paso del tiempo hace que la inversión en una vivienda, reditúe y finalmente algo medular: un bien que transforma a su dueño o a quien posea la vivienda, en protagonista de la economía que lo rige y que le devuelve un aspecto medular para el ciudadano: la dignidad.
Un informe de La Diaria pone a la luz una investigación del Fondo para las Naciones Unidas (Unicef) y la Cámara de la Construcción, de donde se extrae que la vivienda y su contexto son un “reproductor de desigualdad social y de pobreza”.
Dice dicho informe que 400.000 niños y adolescentes, viven en hogares que tienen al menos una privación de vivienda, “lo que representa que uno de cada dos menores vive en un lugar que no tiene las condiciones suficientes para su desarrollo y que afecta directamente sus oportunidades”, agrega el informe.
Una buena vivienda es mucho más que una edificación bien construida con suficientes habitaciones, agua potable y un piso sólido. La construcción de una vivienda comienza cuando un terreno legal ubicado entre de los límites de la ciudad con acceso a infraestructura troncal (conexión principal para agua, saneamiento, drenaje), se subdivide en lotes individuales por ejemplo, cada uno con sus propias conexiones a la infraestructura.
Si el terreno original es de dimensiones importantes, se deberían planificar parques, centros comunitarios, escuelas y algunos casos centros de salud, para lo cual se deberían revisar áreas y firmar acuerdos público-privados que garanticen su mantenimiento.
La presencia de la vivienda precaria hace de la ciudad un conglomerado que combina una amplia gama de Asentamientos Irregulares, que circundan bolsones de barrios residenciales formales y comercios adyacentes. El problema no es puramente cosmético. La necesidad de solucionar estas carencias es tan urgente como esencial. La vivienda y el barrio influyen en la calidad de vida de las personas, en la salud y educación de sus hijos, en su vulnerabilidad al crimen y patologías similares.
El hacinamiento aumenta la posibilidad de que las enfermedades contagiosas se transmitan dentro del hogar, cuando uno de sus miembros se enferma. La falta de servicios imprescindibles dificultan el proceso de obtener agua potable, preparar y almacenar alimentos de manera segura y mantener una buena higiene personal, todo lo cual compromete la salud de quienes habitan en una vivienda en esas condiciones.
Los pisos de tierra agravan el problema pues contribuyen a propagar enfermedades parasitarias. Se debería comenzar por instalar PISO DURO (de hormigón), como sucede en otros países. No vamos a la raíz del problema, pero es un paliativo para un panorama tan aciago.
Hoy tenemos aún según cifras oficiales, casi 200 mil personas viviendo en Asentamientos Irregulares y ese hecho, que se sucede en el tiempo y que lo percibimos, parece cómo que se naturalizara en nuestras retinas y allí se apostara como parte del statu quo.
Una digresión en este informe lacerante.
La Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay, propició la vivienda de interés social, hoy promovida, cambiándole la cara a decenas de barrios, posibilitando que familias que pudieron acceder a una vivienda de esta naturaleza, tal vez haya dejado otra que sin tanta funcionalidad y decoro, facilitó que una familia de un asentimiento se afincara en la misma. Verdadero círculo virtuoso. Y también está el plan ENTRE TODOS del MVOT, para ciudadanos de menores deciles, con precio tope en la venta, que también pueden acceder a una vivienda decorosa y donde también los promotores privados están incursionando.
Retomando el informe referido, el mismo se pregunta si el problema está visibilizado.
Sí, en la retórica, Sí, en vociferar con altisonancia el problema, gobernantes, periodistas, la sociedad en su conjunto, pero después los problemas del diario vivir atrapan nuestra atención y como no lo vivimos en carne propia, lo vamos radiando de nuestra mente y eventual accionar.
El gobierno tendrá que tomar la posta y hacer de la PROTECCIÓN A LA INFANCIA, una política de Estado, prevaleciendo este tema sobre tantos que por ahí, acaparan titulares pero que constituyen temas nimios, al lado del objeto de esta nota.