Un tiempo lento

El análisis de la propuesta presentada por el Gobierno, indica que, igual que en oportunidades anteriores durante los gobiernos frenteamplistas, las bases de crecimiento de la economía proyectadas para el quinquenio son más altas que lo que indican los análisis de los técnicos o las referencias del comportamiento de la economía uruguaya en los últimos tiempos.

En efecto, el actual Gobierno proyecta un crecimiento promedio de 2.4% del PIB anual, mientras que el comportamiento de la economía uruguaya en promedio, tomando como base los 40 años de democracia o tomando la última década, en cualquier caso, estamos hablando de un promedio del entorno de 1.1% de crecimiento del PIB anual. La diferencia no es menor, porque proyectado a los cinco años presenta una diferencia de más de 5 puntos del PIB

Entonces, es imprescindible que el Gobierno le diga al país cuál es su estrategia alternativa, puesto que, más allá de los discursos que han pretendido convencer de que se trata de una estimación mesurada, lo cierto es que nuevamente, igual que en el 2015, el Frente Amplio sobreestima el crecimiento de la economía. Hay que recordar que en el tercer gobierno del FA se presentó una proyección que indicaba que el país crecería en el quinquenio alrededor de 15% y sobre esa proyección presentó sus gastos, Pero el país creció la mitad de lo proyectado, es decir alrededor de un 7% con lo que los gastos presupuestados quedaron sin respaldo en los recursos obtenidos.

Por otra parte, resulta muy preocupante y particularmente grave que el Gobierno haya decidido eliminar el tope de gasto y señale que la responsabilidad fiscal va a descansar en un tope de porcentaje del endeudamiento; lo que implica tener un control tardío, puesto que cuando se llegue al tope ya habrá ocurrido el gasto.

Pero, además, no hay ningún elemento que permita suponer que la economía tendrá un dinamismo mayor durante este período.

Por el contrario, a diferencia de lo sostenido en marzo por el Equipo Económico que señalaba que el crecimiento de la economía se iba a basar en el aumento de la inversión, no es esperable que aumente la tasa de inversión en nuestro país.

Y esto es así, por dos razones. En primer lugar, porque no se avizoran grandes inversiones externas, como sí existieron y traccionaron el crecimiento de nuestro país en el período pasado y en los dos primeros períodos de gobierno del FA.

Y, en segundo lugar, porque las señales emitidas en el mismo Presupuesto referidas a nuevos impuestos no son favorables para promover la inversión. Más bien, al contrario, más allá de su discusión sobre si son correctas o no, además de ser un flagrante incumplimiento de la palabra empeñada por el propio Presidente durante la campaña electoral, afecta la credibilidad y estabilidad de las reglas de juego que constituye uno de los principales capitales que nuestro país ha construido.

Incluso la discontinuidad del Proyecto Arazatí, además de ser un error en sí mismo, también debe leerse en clave de afectación de la política de estabilidad, puesto que en gobiernos anteriores (léase Botnia en 2005 o UPM2 y el Ferrocarril Central en 2020) más allá de las diferencias preelectorales expresadas, los respectivos gobiernos de la época mantuvieron el compromiso contraído por el gobierno saliente.

Frente a tal panorama, sin captación de inversiones externas relevantes y en un contexto mundial especialmente desafiante, ¿qué alternativas existen para dinamizar la economía en el actual período de gobierno? Sólo hay otras dos palancas posibles; un efectivo aumento de la productividad de nuestra economía y una efectiva reducción del peso del Estado en los costos de producción.

Con respecto al crecimiento de la productividad de nuestro aparato económico baste decir que en las pautas salariales presentadas por el Gobierno hace unos meses, la palabra “productividad” no existió; y en el actual mensaje presupuestal no aparece ninguna disposición que mande una señal al sector privado para invertir en la mejora de la productividad, por lo que es muy poco o nada lo que se puede esperar al respecto.

Finalmente, con respecto a la reducción del peso del Estado, el equipo económico ha incorporado normas que buscan reducir el costo de múltiples trámites, lo que en Argentina se ha denominado “desempapelar” el Estado. Pero nuestros analistas señalan que tal proceso será, de acuerdo con lo que se ha anunciado hasta ahora, “a la uruguaya”. Es decir, gradual y moderado. En síntesis, de muy reducido y lento impacto.

Entonces, ya despejadas las incógnitas fundamentales del Presupuesto y de las pautas salariales, nos espera un período desesperantemente lento, sin dinamismos, ni impulsos, con un claro predominio de una inercia que, en tiempos tan inciertos y cambiantes, nos preocupa enormemente.

Particularmente, porque no vemos que se estén creando las condiciones para mantener el nivel de empleo actual, ni cambios en la educación, ni tampoco que haya una mejora sensible de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.

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