¡Ucrania, a sufrir!

Vladimir Putin, el nuevo zar ruso, ha ordenado a sus fuerzas armadas a someter Ucrania. Desafiar esta voluntad es peligroso. Además, para los que están dentro de Rusia es difícil discernir lo que pasa.

La primera víctima de la guerra es la verdad. La poca libertad de prensa que existía, ha desaparecido. Enterarse o investigar no es aconsejable. Algunos sospechan que algo serio ocurre, pero es mejor agachar el lomo, no oír versiones extraoficiales, fake news y no hablar con extranjeros. ¿Cómo, no hay más vuelos a países occidentales? Mejor no preguntar. Los pocos valientes que han protestado han sido acallados, arrastrados a unas camionetas donde no lo van a pasar nada bien. En Rusia el disenso es reprimido y castigado con severidad. La tradición no se pierde.

Su vecino al suroeste, un pueblo noble y anterior a ellos, quiso elegir un camino más democrático y alejarse de la dependencia rusa. Buscó la libertad, lo occidental y protección. Pidió ser acogido por la OTAN. Por esa insolencia han sido invadidos. Se ha matado a su gente, destruido familias, dañado sus propiedades y se les acusa de ser nazis. Las consecuencias son horripilantes. Cientos de miles de personas han sido desplazadas, forzadas a abandonar sus hogares, a perder casi todo para terminar con suerte, en un país vecino luego de un largo periplo pasando frío y hambre, acarreando niños y como toda posesión una valija. Dejar a su marido, el cual voluntariamente o no, enfrentará a la bota rusa. ¿Cuándo se podrán reunir, volver a abrazase? Algunos nunca, otros quizás algún día. No será nada fácil y sin embargo esto no parece afectar al señor Putin quien no tolera que un país fronterizo busque un pacto de defensa. Es lo que intentó Zelenski, el presidente de Ucrania. Justamente porque temía ser invadido, tal como ocurre hoy.

El relato ruso expone que su suelo ha sido invadido varias veces en los últimos tiempos, básicamente por Napoleón y los alemanes (en la 1ra. y 2da. Guerra Mundial). Se olvida de mencionar que: I) No fueron las únicas víctimas de invasiones II) Rusia también ha dominado a otros países y su gran territorio es una muestra de ello. Por ejemplo, Crimea era parte del imperio Otomano (Turquía) conquistado por Catalina “la Grande”. III) La Segunda Guerra Mundial empezó con un ataque alemán y soviético a Polonia. Se la repartieron y entre ellos se acordaron zonas de influencia. A continuación vino el inmediato zarpazo a Finlandia que se defendió con mucha entereza, a pesar de la disparidad de medios. Durante la guerra fría, Hungría y Checoslovaquia fueron invadidas porque quisieron ser algo más independientes. Y si vamos más atrás, Pedro el Grande no fue “grande” por quedarse en casa y jugar a la bolita.

Tras estos antecedentes, en cuanto implosionó la Unión Soviética los países “satélites”, oprimidos durante medio siglo, rápidamente trataron de ingresar a la OTAN y a la Unión Europea. No para atacar a Rusia, sino para estar a salvo de ella.

Cuánto mejor se deben sentir los que lograron entrar al club. No fue rápido, ni automático, ni fácil. Lo fue por tandas y sujeto a requisitos de política democrática, ordenamiento económico, seguridad social, libertad de expresión, justicia, etc. ¿Están tranquilos estos países, se sienten seguros? No del todo, ya que Putin ha reclamado cada vez con más insistencia, que se retiren las tropas de la OTAN de los países que habían sido conquistados por la URSS. Este tipo de pedido o exigencia adquiere un significado ominoso en vista de lo que está sucediendo en Ucrania.

¿Y los soldados rusos, los conscriptos que han sido ordenados invadir a Ucrania? ¿A bombardear a quienes defienden su terruño? Quemar sus casas, matar sus animales, destruir sus graneros. Ellos también son víctimas. A estos pobres desinformados Putin les ha impuesto el trauma de la guerra que los perseguirá el resto de sus vidas, si es que no mueren por lo que les han ordenado hacer. Víctima también es la lucha contra el calentamiento global. Enormes gastos militares se perfilan para los presupuestos nacionales. Todos perdemos.

Las sanciones que se han impuesto a Rusia todavía no han surtido mayor efecto disuasorio. Putin se ha preparado para esta aventura con multibillonarias reservas monetarias y un mercado asegurado en China, para vender su gas y petróleo y para comprar lo que necesite. Obviamente surgirán cuellos de botella y dificultades en lograr ciertos suministros, pero a corto plazo el efecto no será determinante. Esta situación también afecta en forma negativa a occidente. El faltante energético causado por este conflicto, hace temer que el precio del petróleo llegue a US$ 200 el barril, un impacto muy malo para todas las economías del planeta. El mundo ya es más pobre.

Algunos acusan a las potencias occidentales de no haber sabido disuadir a los rusos de esta terrible aventura. Es verdad. La falta de liderazgo y la distracción ha contribuido a provocar esta situación. Lo advirtió bien claramente Zbigniew Brzezinski (*) el 3 de marzo de 2014 en un artículo en el Washington Post. En retrospectiva, brillante. Resumiendo, escribió: la invasión de Crimea no debe quedar sin corregir e impune, de lo contrario, tarde o temprano, acontecerá algo similar a lo que ocurre en estos momentos.

Ocho años después es más difícil convencer a un adversario envalentonado, que es “inconveniente” persistir en un curso de expansión imperial. Para eso hay que estar dispuesto a llegar más allá de las sanciones, a las últimas consecuencias y esto es, nada más y nada menos, que recurrir a las armas.

¿Una vez que se empieza, como termina el encontronazo? ¿Y el que va perdiendo? ¿Estará tentado de recurrir a su arsenal nuclear? Empezando por las armas tácticas, ¿y después… las no tan tácticas? No hablemos ya de hacer marcha atrás para Putin, sin que sea destronado. Y en ese caso, difícil esquivar tanto las acusaciones de crímenes de lesa humanidad como las compensaciones por los destrozos.

(*) Asesor de seguridad nacional del presidente Carter, autor y académico de fuste.Matías Chlapowski