Mañana Trump asume la presidencia de Estados Unidos (EEUU). El impulso que trae consigo en política exterior es muy potente, involucra directamente a Argentina, y no puede sernos indiferente.
El signo político de Trump estará en el poder hasta 2029, con una agenda de cambios relevante, con un elenco de gobierno capaz y eficiente, y con un aliado civilizacional decidido como Milei, cuyo primer mandato presidencial termina en 2027, y si es reelecto, perdurará hasta 2031. Esto quiere decir que el horizonte largo de los próximos años en la región es, sin duda, mileísta- trumpista. Estamos hablando de las primeras potencias culturales y económicas, mundial por un lado y regional y de habla hispana por el otro. No tenemos memoria reciente de un alineamiento estratégico tan profundo entre estos dos países claves para nosotros, ya que la lógica Bush- Menem de los años 1990 de ninguna manera abarcó dimensiones civilizatorias tan profundas como las de ahora.
En este escenario, que para cualquiera que siga la política internacional resulta evidente, llegará la propuesta de libre comercio bilateral entre Buenos Aires y Washington. Deberemos decidir si nos subimos a ese tren o lo dejamos de lado, como ocurrió en 2006.
También, se extenderá una agenda anti- globalista potente, que deslegitimará el discurso woke- izquierdista y las políticas anti- familia promovidas por las agencias multilaterales con base en ONU, por lo que ciertos actores sociales, religiosos y políticos, hoy relegados, ganarán en protagonismo. Finalmente, el alineamiento en los valores occidentales tradicionales inspirados en Locke, libertad, propiedad y vida, marcarán una ruptura radical con los énfasis culturales, identitarios, discursivos y civilizacionales que primaron en las últimas dos décadas en todo Occidente.
Como consecuencia de todo ello habrá una ola occidental política y cultural que se hará eco de valores tradicionales completamente alejados del menú izquierdista. En Europa, la resistencia al burocratismo de la Unión Europea y a su agenda woke- ecologista alumbrará primaveras de los pueblos que reivindicarán la libertad individual frente a los inconcebibles atropellos regulatorios actuales. Los discursos conservadores y patriotas realzarán el orgullo de la identidad nacional y de la civilización occidental frente a las invasiones muticulturalistas que en todas partes dañan la convivencia social. Meloni en Italia y Orbán en Hungría serán los poderosos aliados europeos de un EEUU liderado por Trump, en vez de vegetar como dirigentes menospreciados por reivindicar a la nación y a los valores civilizatorios cristianos de Occidente en plena Europa.
Todo esto disgustará mucho al Uruguay de la penillanura suavemente ondulada que se siente satisfecho de su economía regulada, de su discurso globalista de cabotaje y de su rumbo latinoamericanista- progre recientemente ratificado por una sólida mayoría en el balotaje. Pero es el mundo que se viene y trae consigo enormes oportunidades: desde la dimensión más obvia de romper las cadenas mercosurianas gracias al ímpetu aperturista de Buenos Aires, hasta la más discreta de poner en tela de juicio las certezas de los dogmas ciegos a partir de los cuales se despliega nuestra tibia vida en común. In God We Trust.